Evangelio según San Mateo 9,1-8

miércoles, 1 de julio de
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 Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”.


Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’?


Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.



Palabra de Dios



 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil


 

Muchos son los signos y milagros que se narran de Jesús en los evangelios. Como este que escuchamos en la lectura de hoy, la curación del paralítico de Mateo.

 

Sin embargo, tenemos que entender bien los signos y milagros de Jesús, para no malinterpretarlos o darles un sentido que no tienen.

 

El milagro como tal se orienta a otra cosa, a un sentido distinto del que tiene. Por eso es signo. De hecho, si uno se pone a pensar, Jesús no sanó a todos los enfermos, no purificó a todos los leprosos, no devolvió la vista a todos los ciegos de su época. Se narran algunas curaciones, signos y milagros. Es decir que Jesús no curó a todo el mundo.

 

Es como pasa en el evangelio de hoy. Jesús lo que hace primero es perdonar sus pecados. Y porque no le creen, hace que el paralítico camine. Si uno tuviese que responder la pregunta de Jesús, la respuesta es clara: es más fácil hacer caminar a un paralítico que perdonar los pecados. ¡Claro que sí! Pero nos cuesta verlo y creerlo. Nos cuesta aceptarlo. Nos cuesta vivirlo.

 

Es por eso que muchas veces, cuando rezamos, nos olvidamos de esto y queremos el milagro; nos fascina el signo; es como si quisiéramos luces de colores que deslumbren. Vamos a rezarle a los milagros de Dios. Y corremos el riesgo de olvidarnos del Dios de los milagros.

 

Y muchas veces también olvidamos que el milagro más grande que Jesús hace por todos nosotros es perdonar nuestros pecados, limpiarnos, purificarnos, sanarnos. ¡Hay más milagro en esto que en un enfermo que se cure! Porque es más grande la salvación que cualquier otra enfermedad. Lo más grande que hace Jesús por nosotros es salvarnos del pecado. Ahí está la Cruz. Ahí está la Pascua. Y ahí está entonces el sentido. Si Dios quiere concedernos salud, ¡gloria a Él! Pero no nos olvidemos que la destrucción del pecado, la oscuridad, el dolor y la muerte por la Pascua de Jesús es más grande que cualquier otra cosa sobre la faz de la tierra. ¡Él nos reconcilia! ¡Él nos salva! ¡Sin Él no podemos nada!

 

Y déjenme contarles algo que me pasó. Tuve la gracia de conocer a Flor, una mujer de 28 años a la que en diciembre del año pasado le detectaron un tumor en el cerebro. Un día se acercó a la parroquia y hablamos largo y tendido. En medio de la charla me sorprendió con una confesión: “cuando me cure, voy a hacer la Primera Comunión y la Confirmación”. A mí se me partía el alma. Tomé coraje y le contesté con un nudo en la garganta: “¿Y si no te curás..?” El silencio era espeso que se cortaba. “Tenés razón, me dijo, más allá de curarme, voy a tomar la Comunión y Confirmación”. Así fue. De hecho el 2 de mayo celebramos la misa en el barrio y Flor, después de Reconciliarse sacramentalmente, recibió a Jesús Eucaristía y la Confirmación. Estaba feliz y hubo verdadera fiesta en el barrio y en la comunidad. Justo un mes después me llama un hermano de ella para decirme que había fallecido. Recé el responso en la terapia intensiva de la guardia del hospital.

 

No sé por qué Flor tenía un tumor. No sé por qué no se curó y falleció. Pero lo que sí sé es que más allá de toda salud, ella pudo encontrarse plenamente con Jesús. Y es más: nos mostró el rostro sufriente de Jesús a muchos de nosotros.

 

Pidámosle a Dios que nos perdone los pecados y nos siga salvando en Cristo Jesús. Ese es el principal milagro. Lo otro; lo otro es pura gracia.

 

Hermano y hermana, hasta el próximo evangelio y un fuerte abrazo en el Corazón siempre Joven de Jesús.



Fuente: Radio Maria Argentina

 

Radio Maria Argentina