Jesús tomó la palabra y dijo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
El evangelio de hoy es tan cortito como profundo. Es una invitación grande esta que nos hace Jesús: ir a Él.
Muchas veces nosotros nos miramos a nosotros mismos, miramos nuestra vida, miramos nuestro caminar. Muchas veces nos sentimos cansados y agobiados. Muchas veces se nos hace difícil cargar con nuestros dolores, nuestras ausencias, nuestros sufrimientos. Muchas veces el camino es largo y nos perdemos. Muchas veces no sabemos adónde ir. Muchas veces sentimos el peso y el paso del tiempo. Muchas veces nos cansamos hasta de llorar.
Hay veces en que la vida se nos hace triste y se escucha en el eco de nuestro corazón la tentación a bajar los brazos y dejar de luchar, abandonar el camino, dejar de esperar y de confiar.
Tiene que ver con aquellos momentos de nuestra vida en que hay sombra, en que no vemos claro, en que nos confundimos y no podemos distinguir bien. Y el dolor nos consume por dentro; no solo el nuestro, sino también el eco del grito de un montón de hermanos y hermanas que sienten la vida y la fe amenazadas. Son los gritos de los pobres, los marginados, los explotados, los que están solos, tristes y finales, los sobrantes de hoy…
Es por eso que suena cada vez más fuerte esta invitación de Jesús: vayamos a Él, busquemos en su Corazón calor de hogar, volvamos a su humanidad para sentirnos nosotros cada vez más hombres.
Este “ir a Jesús” no tiene nada que ver con esconderse, huir o escaparse del mundo. No tiene nada que ver con dejar, abandonar y bajar los brazos. ¡Es justamente todo lo contrario! Es un replegarse en la vida para que Aquel que tiene Vida Eterna nos dé más vida; vida que no se guarda, sino que está llamada a entregarse cada vez más por amor. La vida nueva que nos regala Jesús no tiene nada de autoreferencial sino que va en sentido contrario: hacer un alto en la vida para poder ganar más vida y entregarla por amor en el servicio a los demás.
Si “ir al Corazón de Jesús” va a ser escape, huida o abandono, estamos equivocándonos. No vamos a encontrar vida: vamos a encontrar una mera ilusión; efímera, mentirosa y casual. No vamos a buscar refugio en el Corazón de Jesús para escaparnos de la realidad, sino todo lo contrario: para poder encarnarnos en la realidad cada vez más y cada vez por amor.
Ese encuentro con el Corazón de Jesús se puede dar en la Palabra, la oración, en la meditación personal, en los tiempos de retiro, en la contemplación de la naturaleza como Madre-Tierra, en el servicio a los más desamparados de nuestro tiempo. Sea como sea, que no sea escape. Porque el cristiano de veras no le escapa a la vida. Esto es cobardía. ¡Y nosotros no somos cobardes! ¡Nosotros no nos podemos permitir el privilegio de sentir temor y abandonar! ¡Nunca! Porque la fuerza que nos alimenta es la misericordia y la ternura de Dios.
Vayamos de nuestro corazón al Corazón de Jesús, pero no para evadirnos de lo que somos y de la realidad; sino para tomar fuerzas, renovarnos, mirarlo a Él y dejar que nos sane, salve, restaure y libere. Y así, meternos cada vez más en una realidad que nos exigen un profetismo nuevo para seguir apurando la llega del Reino y así vivir definitivamente como hermanos.
Hasta el próximo evangelio un abrazo en el Corazón de Jesús.
Fuente: Radio Maria Argentina