Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. ‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
El evangelio de hoy es una de las parábolas fuertes pero a la vez también lindas de Jesús en su confrontación con los fariseos de su época.
Si uno se pone a analizar lo que pasa es que hay una invitación a una bodas que se hace dos veces. Y que ante la negativa a la primera vez, la segunda, el Señor, el Rey vuelve a enviar emisarios que invitan a todas las personas que quieran participar. Pero los invitados no van. Dice el evangelio que algunos se fueron al campo, a sus negocios y otros se apoderaron de los mensajeros y acabaron con sus vidas. Tal vez podemos pensar que estas son tres de las reacciones más comunes que nos podemos encontrar en el mundo de hoy frente a lo que es el mensaje del Evangelio de la ternura y de la misericordia de Dios que nos haces dignos.
La primera tiene que ver con el negocio, es decir las personas que no entienden que hay cosas gratis en la vida y que todo tiene precio; que todo se paga. Que haga lo que haga siempre a mí eso me va a costar algo.
El segundo es el que se va hacer tareas a su propio campo. Es el que está más interesado no tanto por el Reino sino por sus posesiones. Podemos decir por el tener, por el abarcar, por el poseer. Que tiene que ver también con esta sensación de sentirse seguro, satisfecho, tranquilo con la cantidad de bienes que uno tiene. Todo está representado de alguna manera en el campo.
El tercer tipo o la tercer clase de personas son los violentos, los que no pueden comprender a fondo el mensaje de vida y al contrario hacen opción por la muerte y por tanto quitan vida. Dar muerte significa que no importa la vida de la otra persona, que no merece la pena vivir por tanto. Uno que se cree con el derecho de poder tomarla sin ningún tipo de explicación.
Hoy vivimos en un mundo así donde pensamos muchas veces que la vida se compra y se vende, donde hay gente que lucra a costa de nuestros hermanos, que oprimen, que quitan libertad, que generan más y más opresión.
Y frente a todo esto que nos puede parecer a nosotros un paisaje pesimista surge la buena noticia de Jesús. Es decir aquel que no se hace a un lado sino que viene al centro de la historia y viene a proclamar que el Reino es para todos y de todos los tiempos: de cuantos han sido los que lo rechazaron y los motivos por los cuales en el pasado hubo gente que no quiso albergar la Buena Noticia de Dios o no quiso hacerle espacio a Dios en el corazón o no quiso decirle que sí a Dios. Hoy hay de nuevo oportunidad: este reino es para todos. Ahora son todos dignos. Ahora son todos partícipes. Hoy sí hay fiesta y fiesta para todos; no exclusivamente para un grupo.
Y todo nos puede venir bien también a nosotros para poder pensar en nuestras comunidades, donde muchas veces podemos sufrir la tentación del sectarismo. Es como decir: “Está bien, es para todos pero Dios está más cerca de unos que de otros”, y de alguna manera nos pertenece Dios. “Es verdad que es para todos pero está más con nosotros que con los demás”
¡Todo lo contrario! Dios es un Dios que no hace acepción de personas. Dios es un Dios que no se deja privatizar por nuestros quereres, por nuestras voluntades y mucho menos por nuestros poderes. ¡Dios es un Dios que es de todos! Incluso de aquellos que lo niegan o no lo buscan o están cansados también de buscar .
Que este evangelio nos renueve en la fe y la esperanza de poder también salir nosotros al encuentro de todos aquellos que por diferentes circunstancias de la vida hoy no se sienten dignos, no se sienten pertenecientes a una comunidad, no se sienten Iglesia o no se sienten amados.
Que nuestro testimonio de vida cristiana sea para ellos motivo de alegría.
Hermano y hermana hasta el próximo Evangelio un abrazo enorme en el corazón siempre joven de Jesús.
Fuente: Radio María Argentina