Jesús dijo a sus discípulos: «Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman.
Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
En el evangelio de hoy San Lucas nos presenta a Jesús que da una serie de normas de conducta de lo que tiene que ser un cristiano y que van en contra de la lógica del mundo. El culmen de todo esto será amar a los enemigos.
Todo lo que Jesús dice en el evangelio de hoy solamente puede ser entendido a partir del último versículo: “sean misericordiosos como el padre de ustedes es misericordioso”
Es decir la clave para poder entender todo el evangelio de Lucas -y el evangelio en general- es la misericordia. Ahora… cuando nosotros hablamos de misericordia ¿de qué estamos hablando?
Me parece que hay una Concepción errónea de poder pensar que la misericordia es el conmoverme frente a algo un tipo de situación. En realidad “Misericordia” está formada por dos palabras: miseria y corazón. Entonces la misericordia no tiene nada de pasivo: es justamente proactiva; la misericordia es fundamentalmente pasar por el corazón la miseria del otro.
Esta miseria puede ser objetiva porque el otro quizás es mala persona o no es todo lo bueno que podría ser. O está encerrado en su propio egoísmo o verdaderamente nosotros sabemos que comete actos de maldad. Y nosotros de esa manera también lo sentimos nuestro enemigo. Enemigo de la cultura de la vida. Enemigo de aquellos que sienten la vida y la fe más amenazada.
Pero también las miserias son las cosas que no nos bancamos, que no soportamos o que no nos aguantamos de muchos hermanos. Entonces ahí viene justamente el desafío de Jesús: amar a los que nos caen bien, a los que me gustan, con lo que tengo buen trato, con los que me entiendo y ellos también me entienden no hay ningún mérito. Y mérito en el sentido de que no vale la pena en definitiva.
El verdadero amor es el amor de misericordia, es el amor que pasa por el corazón la miseria del otro, lo que me puede, lo que no me banco, lo que me cuesta amar e integrar el mal ajeno. Porque en definitiva también poder pensar aquello que hace Dios conmigo: Dios que tiene como nombre propio Ternura y Misericordia vive permanentemente haciendo eso conmigo. Mi miseria, lo peor de mí, la sombra, odo aquello que no soy capaz de hacer, todo aquello que no soy capaz de poner al servicio de los demás cada vez que retaceo la vida cada, vez que me la guardo, cada vez que la mezquino y la quiero para mí como ansia y como búsqueda de la propia felicidad a costa de la felicidad de los demás. Dios la perdona. Dios la pasa por su Corazón y la destruye porque se conmueve.
Y pasando mi miseria por su Corazón yo me hago cada vez más libre para amar y poder entregar mi vida en el servicio a los demás. De una manera especial este 8 de diciembre vamos a empezar el Jubileo de la Misericordia. Diría el papa Francisco “déjate misericordiar por Dios” Dejate perdonar. Dejá que todo eso que vos venís incluso con años llevando como pesada carga que te aflige el corazón, que quizás te hunde la tristeza, que no te deja ser libre, que no te permite en definitiva ser vos mismo, dáselo al Corazón de Jesús, ponelo bien dentro del corazón de Dios. Confiaselo a Dios. Déjate misericordiar por este Dios que pura Misericordia; donde no le interesa lo que pasó y no le interesa lo que va pasar: le interesa hoy. Lo que soy hoy. Lo que mí me pasa. Y que este corazón que tengo está decidido a dejarse ser salvado por la ternura de un Dios empedernido de amor que no va descansar nunca hasta ser el Dios de nuestro corazón.
Hermano hermana un fuerte abrazo en el corazón de Jesús. Dejate reconciliar. Dejate misericordiar por Dios.
Y nos vemos en el próximo Evangelio.
Fuente: Radio Maria Argentina