Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”.
Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro!”, respondió él. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”.
Simón contestó: “Pienso que aquel a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”.
Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
El evangelio de hoy tiene una contundencia muy grande. Aparece la persona de Jesús, pero también aparecen estos personajes: uno el fariseo y otro anónimo, que cae bajo su reputación -que es la pecado- una mujer.
Lo contundente del Evangelio de hoy es que Jesús provoca escándalo. Él que se había sentado a comer con el fariseo, y el fariseo immediatamente detecta que hay un extraño -no invitado- a esa mesa. Que se tira los pies de Jesús. Que comienza a llorar y que seca los pies con las lágrimas que derrama. Cuánto amor tiene porque en definitiva sabe que solamente ahí en los pies de Jesús su alma encuentra refugio.
Sin embargo la mirada del fariseo no es la misma de Jesús mira. El fariseo: “si este fuese profeta tendría que saber que la persona que lo está tocando es una pecadora” Y lamentablemente la ecuación que hace este fariseo es que “pecadora” es aquella persona que está más que nada relacionado con lo sexual, la adúltera, na mujer de la vida, una mujer de la calle.
Es interesante este Jesús que se deja tocar. ¡Cómo cuestiona esta humanidad de Jesús que se deja abrazar incluso por aquellos a los que el poder político y el poder religioso considera que no son dignos!
Y la esperanza de ésta mujer fundada porque la funda en la fe. Es decir: tiene su fundamento en la esperanza de que su vida puede tener más sentido. Y en definitiva puede liberarse definitivamente del peso del pecado si se entrega completamente al amor de Jesús.
Me llama la atención porque me parece que muchas veces en la Iglesia parece que vamos caminando por la calle y siento que lo que vemos no son personas: son pecados, son situaciones de irregularidad canónica. Son todas las aquellas cosas que la gente no termina de hacer bien. Son los fracasos de la vida. Los sueños inconclusos.
Que si uno quiere mirar como mira el corazón de Jesús nada de eso aparece. Si yo quiere mirar cómo mira Jesús lo primero que salta, lo primero que aparece a la mirada de Dios es la dignidad que nosotros tenemos por ser sus hijos. Lo primero que brilla a los ojos de Dios no es que somos pecadores sino que somos sus hijos muy amados. Brilla esta dignidad de que somos hermanos y Jesús que camina junto nosotros. Que Él soporta nuestros dolores y que nos invita que pan bien podamos nosotros cargar en su cruz nuestros dolores y los dolores de tantos hermanos.
Este Jesús que sale y nos invita a que también nosotros podamos dejar de ver pecado en todo lado en todo momento en todo lugar. Empecemos a ver hermanos. Hermanos y hermanas que están necesitados de la ternura y la misericordia de Dios. Que necesitan un sentido para su vida. Que están tristes y que están alejados. Que se cansaron de luchar. Que quizá no están cerca de Jesús.
Hoy Jesús nos regala es oportunidad porque nosotros también se nos perdona mucho Yo que te estoy hablando y vos que estás escuchando el evangelio seguramente tienes una experiencia linda grande enorme si la gracia de luz de la fe en el que te sentiste perdonado, perdonada misericordiada por este Jesús.
Hagamos lo mismo Salgamos nosotros también porque fuimos reconciliados. Y porque fuimos entonces llamados a reconciliarnos y llamar a todos los hermanos especialmente aquellos que sienten la vida de la fe más amenazada.
Desde lo más hondo del corazón de Jesús hermano y hermana te mando un abrazo enorme. Si Dios quiere será hasta la próxima semana en el próximo evangelio.