Evangelio según San Mateo 7, 21.24-27

jueves, 3 de diciembre de
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Jesús dijo a sus discípulos: “No son los que me dicen: ‘Señor, Señor’, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

 

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.

 

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande”.

 

 

Palabra de Dios

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil  

 

 

 

Hoy Jesús en la lectura del Evangelio nos regala una muy linda enseñanza. Dice que no son los que dicen “¡Señor, Señor!” los que entrarán en el Reino de los Cielos sino los que cumplen la voluntad de su Padre. Entonces quizás nos puede brotar a nosotros del fondo del corazón una pregunta muy humana pero también muy cristiana a la vez  ¿qué es la voluntad de Dios? ¿Qué significa “cumplir” con la voluntad de Dios?  ¿Con qué cosas nosotros identificamos a la voluntad de Dios?  

 

Lo primero que se me ocurre pensar es que muchas veces nosotros pensamos que la voluntad de Dios es una suerte de capricho. Algo que a Dios se le ocurre, algo que Él conciben en su intelecto, en su entendimiento. Y es algo que quiere Él, que se realice a toda costa y a merced de todo. Es algo que existe, que lo que Dios quiere y punto . Y basta con que Dios sea Dios para que tener razón de querer lo que quiere.

 

Otra opción posible es interpretar que la voluntad de Dios es un mandamiento, es decir todo aquello que Dios nos pide que nosotros cumplamos al pie de la letra de tal manera que si no cumplimos todos y cada uno de eso mandamientos, no solamente no vamos a ser perfectos sino que nos vamos a hundir verdaderamente en un mar de lágrimas.

 

Quizás otros se animan a pensar que la voluntad de Dios tiene que ver con lo predestinado de antemano por Dios en este mundo. Y que también se convierte como especie de destino fatídico y universal sobre todos nosotros. Tiene que ver con ese “Plan Divino” pero a la vez “Secreto” que Dios en algún momento de su vida predispuso para todos nosotros y que pase lo que pase, sienta lo que sienta, seamos lo que seamos y también pase lo que nos pase a nosotros, indefectiblemente se va cumplir… ¡y se va a cumplir a rajatabla!

 

También quien puede pensar que la voluntad de Dios es vivir pidiendo, vivir rogando, vivir suplicando, para que Dios en su infinita bondad, en su infinita ternura y en su infinita misericordia nos conceda el bien que tanto necesitábamos; esa gracia que tanto estamos pidiendo; esa necesidad que nosotros queremos que sea satisfecha. Y entonces cuando recibimos esa respuesta de parte de Dios, nos sentimos bendecidos y decimos que Dios nos  escuchó y encima hicimos buenos actos,  “nos portamos bien” como decíamos cuando éramos chicos,  entonces Dios se siente contento. Cumplimos la voluntad de Dios y porque cumplimos esa voluntad Dios entonces nos ama y nos bendice.

 

Hoy es una linda oportunidad para cambiar esa mentalidad que no tiene nada de cristiana. Hoy es una linda oportunidad para que en este Adviento nosotros volvamos redoblar la puesta y la fe en creer firmemente que la voluntad de Dios es que el hombre se convierta y viva. Que, como dice Santiago en su carta, la voluntad de Dios consiste en que el hombre llegue al conocimiento de la verdad y se salve.

 

Esa es la verdad más católica y más linda para todos nosotros, con la que nosotros en definitiva nos tenemos que quedar y que tiene que ser un tesoro: Dios no es un Dios de maldad que anda predestinando destinos fatídicos inamovibles de antemano, de modo que si alguna manera podemos llegar a encajar en ellos somos felices y si no tenemos una vida de dolor y sufrimiento.

 

Dios es el Dios de la vida. Dios es el Dios de Jesucristo,  que camina junto nosotros y nos invita juntamente a caminar también con un montón de hermanos y hermanas a quienes nosotros podemos descubrir como hermanos.  Eso significa construir sobre roca: creer verdaderamente cuál es la voluntad de Dios: no es un destino fatídico y universal. La voluntad de Dios es que yo en definitiva encuentro sentido para mi vida, lo ponga en práctica y sea capaz de vencer toda seguridad , todo confort,  todo egoísmo y ponga mi vida al servicio mis hermanos.

 

Hermano y hermana de lo más profundo el Corazón de Jesús, te mando un abrazo muy grande y será hasta el próximo evangelio si Dios quiere.

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

Radio Maria Argentina