Evangelio según San Lucas 2, 1-14

lunes, 21 de diciembre de
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En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.

Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

 

 

 

 

Hoy 24 de diciembre ya estamos palpitando la Navidad. Es el último día. Es el día de la espera, es el día en que nosotros queremos también de alguna manera preparar el corazón para poder celebrar con alegría, con dignidad, con esperanza lo que va ocurrir mañana, que es el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Sin embargo a veces tengo la sensación de que, -será por el mes de diciembre, será por la fecha en la que nosotros estamos viviendo-, que andamos medio las corridas. Parece que corremos para todos lados. Especialmente el 24. Corremos para comprar los últimos regalos. Corremos para preparar la cena, para hacer las invitaciones a todos los familiares, para comunicarnos por diferentes modos con aquellas personas a las que queremos saludar y todavía no lo hemos hecho. Pareciera ser que queremos concentrar todo lo que no hicimos en el año en un solo mes: diciembre. Y que todo lo no que hicimos en diciembre, en un solo día: el 24.

 

Y la sociedad, el mundo en que nosotros vivimos cotidianamente mucho no nos ayuda a esto. Uno camina por la calle y lo que ves el cansancio de la gente, el exceso de ruido, el exceso muchas veces de violencia y sobre todo mucha gente indiferente. Mucha gente que va caminando ensimismada, a mucha gente que va caminando pensando en otras cosas. Muchos jóvenes que van con los auriculares como aislados de alguna manera de todo lo que está pasando alrededor. Mucha indiferencia. Mucha gente que nos cuesta pensar que el tenemos al lado es nuestro hermano. Y pensar que el que está tirado en la calle también lo es. Esta sociedad que vive en permanente vértigo y vorágine de alguna manera no nos ayuda a hacer silencio. Porque es en el silencio, no sólo que Dios se nos revela, sino que es en silencio donde acontece la Navidad.

 

Uno si quiere mirar el sentido hondo esta fiesta lo que tiene que hacer es silencio. Silencio y ponerse, postrarse y arrodillarse para contemplar con ojos limpios, con corazón renovado el misterio de lo que está pasando. Incluso las imágenes nos hablan de eso. Una muchachita de unos 15 años de la Palestina del siglo I que recibe el anuncio del ángel de que va ser madre del Salvador; de San José, varón justo, varón recto, que hace compañía, que acompaña la vida naciente.

 

Y después todo lo que pasa en el pesebre pasa en el silencio y en la contemplación. Entonces yo creo que el día de hoy es una linda invitación que podemos sentir nosotros en nuestro corazón: Hacer silencio. A parar un poco con esta Cultura del Consumo, del regalo por el regalo mismo, del saludo multitudinario sea por WhatsApp, sea por Facebook, sea por Twitter, sea por lo que sea. El tener que invitar compulsivamente las personas y pensar que lo que no hicimos en todo el mes vamos hacer hoy.

 

Hoy me parece que lindo día para para hacer silencio. No silencio callando la boca, sino silencio para poder preparar el corazón contemplando esas figuras del pesebre para que nuestro corazón también sea un pesebre en el que Jesús pueda volver a nacer. Y que si Jesús nace en mi corazón también nace en el corazón de todos nuestros hermanos. Si Jesús nace en mi corazón significa que no me lo guardo y eso lo puedo compartir. Si Jesús nace mi corazón renace la esperanza no sólo para mí sino que se hace anuncio para que renazca la esperanza de muchos que la perdieron

 

Hermano y hermana Te deseo en este día desde ya una muy, pero muy feliz Navidad Qué Jesús reine en tu corazón. Que vuelva a nacer en tu vida para que renazcas a la esperanza y seas signo de esperanza para muchos que sienten la vida y la fe amenazada

 

Hermano y hermana Desde lo más profundo de mi corazón te abrazo, vuelvo desearte una muy feliz Navidad y será hasta el próximo Evangelio si Dios quiere.

 

 

Fuente: Radio Maria Argentina

 

Oleada Joven