¿Vacaciones? Si, ¡pero no de Cristo!

miércoles, 6 de enero de

Que placer nos da poder salir de vacaciones y disfrutar del sol, del aire libre, de un buen libro o de las fiestas y celebraciones en el verano. Sin dudas son momentos y experiencias increíbles y entretenidas para pasarla muy bien.

 

Muchas veces en esta época planeamos viajes y soñamos con irnos lejos, a la paz de las montañanas o a las ruidosas grandes ciudades; otros preferimos lugares fríos o la arena cálida de la playa. Realmente parece una fuga de nuestro entorno habitual hacia cualquier parte.

 

Y así llegamos a nuestro destino y aprovechamos a relajarnos, conocemos nuevos lugares, nos “liberamos del estrés” diario (aunque sea por unos días), rompemos la dieta y organizamos fiestas: disfrutamos de ser turistas.

 

Y sí, porque el turista es el que vive el placer de viajar, de mirar y conocer, de pasear y buscar su comodidad. Aunque pronto eso se nos acaba, el presupuesto de las vacaciones se agota y nos llega el día en que hay que volver a casa; dejar esos paisajes y lugares para emprender el regreso.

 

Volver a cocinar y que quede todo el día olorcito a bifes en la cocina, retomar el trabajo sin terminar, empezar a perder el bronceado que lograste esa semana en la playa o guardar la ropa de abrigo después de unos días en la nieve. Así de rápido pasaron las vacaciones y así de rápido también empezamos a ahorrar para el próximo año.

 

Pero… me estoy olvidando de algo: ¡soy cristiano! Y es que, así como no hay fiesta sin música, tampoco hay verdaderos cristianos sin Cristo.

 

Que divertidos son esos viajes con amigos o familiares y mucho mejor si lo invitamos también a El. No hay motivos para no llevarlo con nosotros, es más, Jesús está a cada instante a nuestro lado ¡ni siquiera necesita una invitación formal!

 

Podemos planear las mejores vacaciones de nuestras vidas, pero no podemos permitirnos ser “turistas de la fe”  ni mucho menos. En cambio, tenemos que involucrarnos, salir al encuentro fraterno ya sea con nuestros seres queridos, desconocidos y también con la naturaleza y toda la Obra creada por Dios.

 

Que bueno sería que en estas vacaciones pudiéramos bajar del balcón para ir al encuentro de la vida, para ser sal en la tierra preservando el amor y luz en el mundo regocijados en la misericordia del Padre. Dejar brillar tu luz como seguidor de Jesús es el pasaporte en primera clase para tener unas vacaciones sin alejarte de El. Pero eso sí: para darle el SÍ a Jesús, los gastos corren por cuenta propia… 

 

Facundo Guelfi