Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer”.
El respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Ellos le dijeron: “Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos”.
Jesús preguntó: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver”. Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco panes y dos pescados”. El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.
Mc 6, 34-44
P. Nicolás Retes Vicario parroquial Basílica Socorro. Equipo Pastoral Vocacional Arq. Bs. As
Nos encontramos con Jesús enseñando a la multitud, compadecido porque se da cuenta que no tienen a nadie que los escuche, que les enseñe, que los acompañe con un corazón de Pastor. Por eso Jesús se queda un largo rato enseñándole.
Son los apóstoles quienes se dan cuenta la hora, que ya es hora de comer y que para colmo no hay alimentos para darles. Sin embargo sabemos que siempre que está Jesús hay abundancia, que siempre que está el Maestro no nos va a faltar nada. Asaí ocurre también en esta oportunidad. Ante la pregunta de Jesús “¿cuántos panes tienen ustedes?”, allí comienza a organizar lo que va a ser la comida que pareciera improvisada, pero que con el gran corazón de Jesús no sólo alcanza sino que sobra. Los que comieron eran 5 mil hombres, dice la Palabra: “Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado”.
Siempre hay abundancia cuando Jesús está presente en nuestras vidas. Una de las preguntas que podemos hacernos ante este texto tan lindo, es ¿con qué alimento nos estamos llenando y alimentando cada día? ¿Llena el alimento que tenemos todos los días? No el material, sino el espiritual. ¿Realmente le dedicás tiempo a leer la Palabra de Dios todos los días, a encontrarte con el Señor en la oración, a compartirle tus alegrías, tristezas, tu proyecto de vida?. ¿Descubrís realmente qué te pide Dios, por dónde va tu vocación? ¿Cómo le estás respondiendo a ese llamado que te hace Dios cada día?.
Ese alimento de la presencia de Dios cada día es muy valioso si lo sabemos utilizar para crecer en la vida espiritual en el seguimiento de Jesús. Pidamos hoy la gracia de poder valorar lo que nos regala, de poder acercarnos cada vez más a Él a través de su Palabra, esa que nos llena de vida, de esperanza y alegría.
Que la misericordia de Dios en este jubileo que estamos viviendo nos abra caminos para acercarnos a Dios y a su pueblo.