Evangelio según San Mateo 7,7-12

lunes, 15 de febrero de
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Jesús dijo a sus discípulos:Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?¿O si le pide un pez, le da una serpiente?

 

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

 

Empezamos a transitar en esta primera semana la Cuaresma: tiempo para poder acrecentar nuestra relación con Jesús en la oración y sobre todo también las prácticas de la Misericordia; el ayuno y la limosna, en el tener presente a los demás. 

 

El evangelio de hoy nos regala “la regla de oro” podríamos decir, en la que el evangelio de Mateo resumen todo lo que consiste la Ley y Los profetas.  Jesús dice “todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes háganlo por ellos”. Esto es muy lindo y muy interesante de poder pensar y también de desmenuzar;  de seguir rezándolo y teniéndolo presente no sólo el día de hoy sino a lo largo de toda cuaresma. Y si uno quiere de todo el año. 

 

¡Qué interesante este Jesús que nos dice que si nosotros queremos el bien para nosotros primero tenemos que buscar en los demás! Yo creo que esto implica tres cosas. 

 

La primera es lograr el fenómeno -y el milagro también- de la empatía: ponerme en la piel del otro de centrarme salir yo del centro de la historia y del mundo y pensar que en realidad hay otros seres humanos como yo; hay otros que sienten necesidad;  hay otros que necesitan ayuda, auxilio que están padeciendo. Pero también hay otros que pasan muchas veces indiferentes o que yo también paso indiferente frente a ellos. 

 

Lo primero de querer lograr esta felicidad también para los demás porque la deseo para mi propia vida es en definitiva ponerme en el lugar del otro.  Mirar la realidad desde el otro. Mirar la vida desde el otro. Lograr tener también posibilidad de poder ponerme en la piel, en el corazón de la otra persona y poder entender lo que pasa desde el contexto desde la vida, desde la historia, desde la realidad de la otra persona. Ese esfuerzo de descentrarme es una fuerza fundamental que tenemos que hacer cotidianamente Tenemos que decirle a ese “pequeño egoísta” que todos llevamos en el corazón: “vos no reinás el universo. El centro del mundo es Jesucristo, es Dios, es la gracia de Espíritu Santo”.  Todos nosotros somos periféricos a eso. Basta con que yo quiera salir de ahí, de ese lugar, para tomar el protagonismo del centro, para que inmediatamente cambie el sentido no sólo de mi vida sino también de las lindas palabras del evangelio de hoy que estamos rezando y que compartimos.

 

Lo segundo es que esto nos hace pensar que al otro le tenemos que le desear el bien. Es decir si yo quiero tener bien en mi vida, lo que tengo que hacer no solamente es desear sino también procurar el bien para los demás.  Yo quiero en mi vida que me traten bien. Bueno, también entonces lo que tengo que hacer es tratar bien a los demás. Si lo que yo quiero es justamente no pasar inadvertido, que me consideren, que alguien me tenga en cuenta, que yo no pase de largo al frente a la mirada de los demás, creo que lo primero hacer lo mismo. No pasar yo de largo.  No hacerme “el gil” -como solemos decir- y mirar para el costado. 

 

La tercera implicancia me parece la fundamental que es  si verdaderamente lo que quiero es tener estas cosas en mi vida, desearlas para mí y poder vivirlas cotidianamente, también lo tengo que desear en la vida de los demás. Por tanto y la iniciativa no está tanto en los otros sino en mí mismo:  “todo cuanto ustedes deseen para los demás, háganlo ustedes por ellos” 

 

Entonces la iniciativa la tengo que tomar yo. Por eso no puedo sentarme a esperar que venga todo el resto del mundo a amarme, a tratarme bien, hacer cosas buenas conmigo, a decirme que soy importante, a que mi vida vale la pena; y una vez que tenga ese tipo de experiencia salir adelante y decir:  “Bueno. Ahora entonces sí estoy listo para poder amar y dar una respuesta a  todo esto”

 

Yo creo que tiene que ser al revés: no esperar que el otro venga sino salir nosotros al encuentro. Es verdaderamente la motivación fundamental que podemos tener al leer este evangelio. No tengo que esperar que lo demás se acerquen: tengo que salir yo al encuentro el hermano. es misión mía “primerear” –diría el papa Francisco- a los demás para poderlos sorprenderlos con gestos concretos de ternura y de misericordia para que después, ojalá puedan ellos retribuírmelos a mí y se pueda completar ahí  un círculo de caridad. Pero que si yo espero que los demás le vaya bien,  justamente yo lo que tengo que hacer es no sentarme de brazos cruzados, esperar algo de la vida, si no cargarme la vida al hombro -y muchas veces cargarme a mis hermanos al hombro- para salir intencionalmente desde mí y procurar para los demás la misma felicidad que es la que yo quiero, pero que sé que solo, aislado y por propia fuerzas no puedo realizar. 

 

Este es el mensaje. Esto me parece que es el centro del Evangelio de hoy. 

 

Que Jesús nos regale un lindo día para poder seguir meditando la palabra y seguir transitando esta cuaresma que quiera ser oportunidad de poder convertirnos el corazón y poder seguir haciendo el bien por nuestros hermanos: no esperándolo primero sino nosotros tomando la iniciativa para poder poner amor en las situaciones donde hay muerte y donde el amor está ausente. 

 

Hermano y Hermana te abrazo desde lo más profundo del Corazón de Jesús y será si Dios quiere hasta el próximo Evangelio. 

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

Radio Maria Argentina