Evangelio según San Juan 15, 9-11

miércoles, 27 de abril de
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Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

 

Palabra de Dios

 

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

 

 

 

 

 

 

En el evangelio de hoy hay una petición explícita de Jesús, en el marco del evangelio de Juan, capítulo 15 donde él se va despidiendo de sus discípulos y sus amigos más cercanos, sabiendo que llega ese misterio de la Pascua. Y el pedido que tiene que ver con esta exigencia casi de Jesús, es a permanecer en su amor. “Permanezcan en mi amor” es lo que nos pide, lo que casi va a exigir Jesús de parte nuestra. 

 

Cuando uno piensa en permanecer  lo que se le viene la cabeza automáticamente es la presencia ¿no? Pero una presencia que tiene que ver con una presencia sostenida; no con algo aislado con algo que tiene que ver qué sucede de vez en cuando, ocasionalmente, sino que parece ser que permanecer es algo frecuente nos hace pensar en algo que es estable; permanecer tiene que ver con mantenerse firme y no cambiar. Permanecer tiene que ver también con resistir los embates del tiempo, el sostenerse firme incluso también frente a las dificultades.  

 

La idea de permanecer que nos invita Jesús no es una idea que tiene que ver con una estabilidad que no nos deja crecer sino justamente todo lo contrario. Si hay unas cosas que Dios hace con nosotros es ser permanente. Ahora… ¿en qué sentido? En el sentido que su amor por nosotros no cambia nunca. Su ternura y su misericordia son eternas. Y eso significa que nunca van a cambiar. Dios no va a dejar nunca de amarme, Dios nunca va a dejar de tenerme paciencia. Dios nunca va a dejar de ser para mí un Dios de misericordia que el limpie, que purifique, que perdone, que restaure mi dignidad de pecador. Tiene que ver con eso. Tiene que ver con un Dios que no cambia.  Tiene que ver con un Dios al que puedo encontrar en todo momento y en todo lugar.

 

Pero que también tiene una dimensión mucho más profunda. Porque si Dios es el que permanece es aquel al que yo puedo encontrar en lo concreto y en lo diario de mi vida cotidiana. Hay una tentación me parece muy grande y es justamente la invitación no a poder pensar y creer que a Dios encontramos solamente en acontecimientos o hechos extraordinarios la vida. Es como si Dios no estuviera en el mundo; como si Dios no estuviera en lo cotidiano; si Dios no estuviera en el día a día de todos los días y Dios obrara excepcionalmente. Y la religión sería como esa “Antena Parabólica” capaz de captar la onda en la que Dios viene de vez en cuando hacerse presente en nuestro mundo y a decirnos algo importante, ¿no?  

 

Esto creo que no tiene nada que ver con la fe cristiana. Por lo menos no tiene nada que ver con la fe que nos vino a revelar  Jesucristo, donde nos dice que permanezcamos en su amor porque Dios permanece siempre amándonos a cada uno de nosotros. Es decir Dios es el Dios de lo permanente porque permanentemente en nuestra vida cotidiana, permanentemente nuestra historia, permanentemente en la naturaleza, y en la historia de la humanidad lo podemos encontrar. 

 

No corramos el riesgo de pensar y de creer una religión de lo extraordinario, una religión que hace que Dios obre solamente unos instantes, en momentos excepcionales, a un grupo de iluminados y que nuestra vida carezca de sentido. Pareciera como que a Dios había que buscarlo solamente en lo maravilloso, en lo extraordinario, en lo que no tiene que ver definitivamente con lo que pasa en nuestra vida cotidiana cristiana. Esto no es cristiano. Si yo quiero encontrarme con Dios, tengo que buscar en mi propia vida, en todo lo que me pasa todos los días. 

 

Nosotros también tenemos que permanecer en nuestra propia vida. En esa vida en la que nosotros descubrimos a Dios, bueno, también nosotros permanecer. Y ser cristianos entonces no va a ser justamente cumplir mandamientos de una manera aislada, adherir a ciertas normas o aciertos comportamiento que van de la mano de ritos  formales esporádicamente, sino que tiene que ver con el día a día de todos los días. Yo soy cristiano de una vez y para siempre pero porque todos los días en mi vida quiero buscar y hacer el bien. Y no solamente una sola vez en mi vida de manera extraordinaria. Ser cristiano es tarea de todos los días. Jugarse la vida por amor y por amor en serio, que se hace mucha veces oblación, que se hace Cruz, que se hace incluso dolor y sufrimiento es una tarea cotidiana. Permanecer tiene que ver con la constancia ya decíamos. Y la constancia tiene que ver con el sostener en el tiempo. Nuestro amor tiene que ser sostenido en el tiempo. Si hay algo que creo que no vale la pena es el “toco y me voy”. Eso nos hace perder credibilidad, nos hace licuar la fe, nos hace pensar que como Dios obra esporádicamente también nosotros podemos obrar esporádicamente en nuestra vida. Y yo creo que hoy más que nunca frente a tanta cultura de la muerte frente, a tantos negociado de la vida, frente a tanta tentación de pensar que la vida vale poco, frente a tanta tentación de parte de un montón de lados que nos quieren hacer pensar que no vale la pena, que es en vano, que no tiene sentido… nuestra lucha tiene que ser cada vez más intensa. Nuestro amor, nuestra pasión por el bien y por la verdad tienen que ser intensas, tienen que ser cosas de todos los días. 

 

Descubrír que Jesús siempre me es fiel y me sostiene -no solo una vez y para siempre- sino en lo pequeño, en lo sencillo y lo cotidiano de mi vida. Mi vida “explota”  de Dios. Bueno, de la misma manera entonces nosotros también vamos a  “explotar” la vida de mucha gente de Dios para que también seamos Iglesia no sólo creyente sino también Iglesia creíble. No seamos cristianos solamente de domingo. No seamos cristianos cuando vamos a misionar. No seamos solamente cristianos cuando tengamos que ir al grupo juvenil… Seamos cristianos que se quieren jugar la vida por amor todos los días de la vida sin pasar un solo instante sin tener el privilegio de amarnos los unos a los otros como hermanos. 

 

Hermano y hermana te mando un abrazo muy, muy grande en el Corazón de Jesús y será, si Dios quiere hasta el próximo Evangelio. 

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

 

 

Radio Maria Argentina