Evangelio según San Juan 19, 25-27

jueves, 15 de septiembre de
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Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

 

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

 

Palabra del Señor

 

 


 

 

P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

Hoy celebramos la fiesta de la Virgen de los Dolores. Por eso este evangelio que está tomado del capítulo 19 según San Juan nos narra que María estaba llorando al pie de la Cruz junto al discípulo al que Jesús amaba. 

 

Y en medio del dolor, en medio del sufrimiento, donde todo parece ser oscuro y donde nada parece tener sentido, Jesús crucificado, cargando con todos nuestros pecados, haciendo lo que hace motivado única y exclusivamente por el amor a todos nosotros, dice al discípulo a quien ama:  “acá tenés a tu mamá”; “Ésta es tu madre” y le dice a la Virgen: “acá tenés a tu hijo” 

 

En este relato nosotros encontramos de manera simbólica pero muy fuerte, que a partir de ese momento dejamos de ser también un pueblo huérfano, para ser un pueblo que no solamente tiene un Padre Dios en el cielo sino también que tiene una madre en la Tierra que es la Virgen María. Madre de todos nosotros. Madre del Pueblo. Madre que sale a caminar con su Pueblo y que no lo abandona. Deja de ser exclusivamente Madre de Dios y Madre de Jesús para convertirse también en Madre de todos nosotros.

 

Y te pasaje del Evangelio además pone manifiesto de la Virgen es Madre de aquellos que están también crucificados con Jesús en la Cruz. Hoy existen muchas cruces: la cruz de la droga, la cruz de la violencia, del alcohol, del sinsentido. La cruz de pensar que mi vida no tiene horizonte, la cruz de estar privado sin libertad, la cruz que se consume diariamente en una dosis de pasta base en los barrios marginales o en cualquier plaza de nuestras ciudades. La cruz del que es tan rico que lo único que tienes plata. La cruz de los que han perdido seres queridos. La cruz de los que se sienten solos. Abandonados. La cruz de lo que son explotados diariamente en algo que se puede llegar a llamar “trabajo”, que sufren marginación. La cruz de los olvidados de siempre. La cruz de los sobrantes, en palabras del papa Francisco. A ellos la Virgen los amo profundamente.

 

Por eso creo en esta fiesta de Nuestra Señora de los Dolores es muy lindo poder hacer este gesto creyente de arrodillarnos, de mirar a la Virgen y pedirle por todos nosotros, pero muy especialmente por aquellos que están verdaderamente crucificados. 

 

Y no solamente pedir por ellos sino hacer todo lo posible para que en lo que está a nuestro alcance ayudar con la gracia y la fuerza Jesús a bajar a esos pueblos de la cruz; a bajar a nuestros hermanos de la cruces que cargan todos los días y que no son para nada un elemento de libertad sino justamente todo lo contrario: un elemento de tortura. 

 

Madre de los Dolores rogá por nosotros a Jesús. Hacé que nuestro corazón no pase insensible frente al dolor humano y regalanos siempre la alegría de la esperanza, de que aún en la oscuridad más oscura vale la pena prender una luz, que es signo de esperanza, que es signo de libertad, que es signo de fe en que la muerte de Jesús vence toda muerte. 

 

Hermano y hermana te regalo un abrazo muy grande en el Corazón de Jesús y será si Dios quiere hasta el próximo Evangelio.

 

Oleada Joven