Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.
Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.
Palabra de Dios
P. Sebastian García
El género apocalíptico es muy común en la Biblia. No se trata de adivinar el futuro, sino de colocar como futuro algo que pasa en el presente con el fin de poder interpretarlo mejor.
Lo cierto es que cuando hablamos de “apocalipsis” o tiempos finales, muchos se ponen nerviosos. Otros tienen miedo. Y otros parece no importarles. Y otros hacen películas mágicas y muy taquilleras y se llenan de plata.
Nosotros somos conscientes de que peregrinamos por esta tierra un tiempo y que nuestra existencia definitiva es la fraternidad universal que solo podemos alcanzar por obra de la vida nueva de Jesús en el Reino definitivo.
Por eso, lo esencial del Evangelio de hoy es atesorar la frase final de Jesús: nos va a llegar la liberación. Es lo importante y decisivo de todo su mensaje. Pero para llegar a lo definitivo tenemos que ponernos a trabajar. Es decir, sumarnos a la misión liberadora de Jesús. Luchar, luchar y luchar por un mundo más justo, más fraterno y más solidario. Comprometerse con la verdad. Anunciar la salvación y denunciar el comercio de la muerte. Ponernos del lado de la vida. Volver una y otra vez a optar por los pobres, los marginados, los sobrantes, los excluidos, los preferidos de Dios.
La venida de Jesús no tiene que asustarnos. Porque en realidad no se fue. Está y camina con nosotros como Compañero y Compañía. Él es el Dios-con-nosotros. Y viene en cada hermano y hermana que tiene necesidad de mi originalidad, de eso que voy siendo en la verdad de mi ser.
Jesús nos “primerea” en palabras de Francisco, nos “gana de mano” y sale a nuestro encuentro. Y lo encontramos ahí donde la vida y la fe están amenazadas y comprometidas. Donde no se respira justicia y la existencia se achica. Donde hay oscuridad. Donde se piensa que la vida es asunto de uno solo y a costa de los demás. Donde una persona lo único que necesita es una oreja que lo escuche. Donde un pibe de la calle no quiere monedas sino un abrazo que no lo mate de indiferencia y lo pinte como parte del paisaje de nuestras ciudades y pueblos. Donde el grito desgarrador de una criatura se ahoga en el manoseo de un abuso.
Hoy Jesús te queremos pedir para que nos regales la memoria de tu presencia. Porque no te fuiste, no te pedimos que vuelvas. Te pedimos que sigas caminando con nosotros que somos tu Pueblo en marcha por la historia. Y danos valentía para no “balconear” la vida y comprometernos con vos en la persona de nuestros hermanos más pequeños.
Amén.