Evangelio según San Lucas 7, 24 -30

miércoles, 14 de diciembre de
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Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo:«¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la opulencia, están en los palacios de los reyes. ¿Qué salieron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.

 

El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.Les aseguro que no hay ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él.

 

Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.

 

Palabra del Señor

 

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám.

 

 

 

 

Hay una frase al final del evangelio de hoy donde se dice “que los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar por él, frustraron el designio de Dios para con ellos”. Esto nos puede parecer chocante, ¿no? Y hasta fuerte: frustrar el proyecto de Dios.

 

Muchas veces nosotros no tomamos verdadera dimensión, pero basta mirar nuestra realidad cotidiana, en la que vivimos, rodeados de “cultura de la muerte”, rodeados de “mercaderes de la muerte”, rodeados por una sociedad violenta y opulenta también que va expulsando cada vez más hermanos y hermanas, Que piensa que la vida se compra y se vende.

 

Y muchas veces nos limitamos a hablar de las frustraciones del proyecto de amor que tiene Dios hacia nosotros con cierta liviandad. La realidad es que lo que está describiendo el evangelio de hoy se llama pecado. Eso es el pecado. El pecado no es solo un acto malo que yo puedo cometer en un determinado momento de mi vida y con eso “ofender” a Dios.

 

Es mucho más. Es la cerrazón de un corazón que quiere hacer su propia voluntad. Y que senequista, se cierra sobre sí mismo. Y que de alguna manera frente a un Dios que viene a abrazarnos con brazos abiertos para fundirnos en un abrazo de amor para que tengamos sus mismos sentimientos y seamos capaces de confrontar tanta muerte poniéndonos del lado de la vida, nosotros le decimos que no. Eso es el pecado. El pecado es perder no solamente nuestra condición de cristianos sino de seres humanos. El pecado es lo que corrompe el corazón. El pecado es lo que nos desintegra como personas. Nos desintegra como seres humanos. Nos desintegra como hermanos. Nos hace pensar que somos el centro del mundo. Que lo único importante es lo que nos pasa a nosotros y que tenemos que satisfacer, muchas veces incluso a costa de nuestros hermanos, nuestras propias necesidades.

 

Frustrar el proyecto de Dios tiene que ver con no cumplir la voluntad que Dios tiene pensada para mí. No darle curso en mi vida a ese Dios que Amor, que es Ternura, que es Misericordia, que se juega la vida por Amor y que en poco tiempo estamos celebrando su nacimiento en la miseria de un pesebre, en la santidad de una familia.

 

Qué lindo poder hacer en este adviento un lindo examen de conciencia, no sobre actos aislados, no sobre hechos que pueden haber ocurrido en determinado momento de nuestra vida, sino que podamos examinar nuestro corazón, examinar nuestra conciencia, y buscar esas cosas que muchas veces frustran el designo salvador de Dios sobre nosotros y sobre nuestros hermanos.

 

Hermano y hermana, te deseo que estés viviendo un lindo Adviento, que prepares tu corazón para que Jesús pueda volver a nacer y encuentre en él un pesebre. Te mando un abrazo fuerte en el Corazón de Jesús y si Dios quiere, será hasta el próximo evangelio.

 

Radio Maria Argentina