EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9,7-9

jueves, 28 de septiembre de
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El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: “Es Juan, que ha resucitado”. Otros decían: “Es Elías, que se ha aparecido”, y otros: “Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Pero Herodes decía: “A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?”. Y trataba de verlo.

 

 

Palabra de Dios

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharram

 

Herodes, que había perdido la cabeza por el baile de su sobrina, había mandado a cortar la cabeza de Juan.

Dos varones que pierden la cabeza: uno, ebrio de sí mismo, de su orgullo, de su placer y esclavo de su pecado. El otro, libre de todo y fiel al proyecto de amor que el Padre le tenía reservado.

Herodes se siente poderoso. Se siente con derecho. Y quiere ver a Jesús. Claro que la curiosidad de Herodes es la curiosidad por aquel que le puede hacer sombra. Piensa que Jesús es un riesgo. Al igual que Juan el Bautista.

Y esto sucede porque el Reinado de Dios predicado por Jesús entra en confrontación directa con el reinado de Herodes. De tal manera, que Herodes quiere ver a Jesús para controlarlo, limitarlo, perseguirlo.

Esto ha pasado siempre con la Iglesia. Cuando la Iglesia es profética, cuando denuncia el pecado y anuncia la salvación y la vida nueva de Jesús, genera conflicto. Y por eso que se la persigue. Y se la calumnia. Y se la difama.

Pero cuando la Iglesia no es profética, no tiene necesidad de ser perseguida por los poderes de este mundo, porque no se opone a nadie y no genera ningún riesgo para el sistema.

Hoy acudimos a un tiempo crucial. Es una época privilegiada. Después de un tiempo parece que la Iglesia vuelve a despertarse. En un momento precisó de Francisco de Asís para renovarla. Hoy parece que precisa del otro Francisco, el de Roma.

Tenemos que entender que Iglesia y dinero nunca pueden ir de la mano. Hoy los “Herodes” son los poderosos de este mundo donde nos quieren hacer creer que la vida también es producto de mercado que se compra y se vende, que nos quieren dominar con publicidad, droga, sexo fácil, alcohol en vértigo y vorágine, para generar así en el seno de su sistema más marginación, más pobreza, más opresión.

El Reino de Dios que anuncia, proclama y quiere vivir la Iglesia va en contra del sistema. Felices entonces nosotros cuando seamos perseguidos por los poderosos de este mundo.

Una Iglesia perseguida es una Iglesia creíble. La otra, no le dice nada a nadie.

 

Por una vida profética, recemos juntos a Dios.

 

Oleada Joven