Evangelio según San Lucas 11,47-54

miércoles, 18 de octubre de
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Dijo el Señor: 

 

«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!  Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros. 

 

Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.  Así se pedirá cuanta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto. 

 

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.» 

 

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación. 

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

 

En el evangelio de hoy, Jesús se dirige solamente a las autoridades religiosas de su época, que están resumidas en estos dos grupos que son los fariseos y los Doctores de la Ley. Y Que le echa en cara un montón de cosas: la muerte de los profetas y el construir sepulcros para ellos; el no dejar abrir la puerta con la llave de la de la conciencia. Es decir, un montón de cosas que tienen que ver con el no permitir a otro el acceso al misterio de Dios.

 

 

Yo creo que el gran problema que tienen los fariseos y los Doctores de la Ley de la época de Jesús es que no entienden fundamentalmente tres cosas: Lo primero, es que ellos creen que son buenos creyentes, buenas personas y buenos judíos por cumplir mandamientos ¿no? Si uno se esfuerza por voluntad personal, si cumple las 613 normas que mandaba la Ley -de las cuales nosotros tenemos un pequeño resumen en los 10 mandamientos-, uno se hacía justo a los ojos de Dios y por tanto merecedor de los premios divinos.

 

 

La segunda idea que tienen estos es que Dios es un Dios privatizado: Dios no es para todos. Dios es para un pequeño grupo selecto de elegidos que lo han encontrado y que de alguna manera es propiedad exclusiva de ese grupo y no justamente de toda la humanidad. Estos grupos están convencidos de que Dios está de su lado y ellos están del lado de Dios.

 

 

La tercera manera de pensar es que justamente como este Dios es exclusivo entonces de alguna manera uno puede interpretar cuáles son sus designios; cuál es su voluntad; qué es lo que le pide al hombre; qué es lo que quiere; qué es lo que necesita que el hombre haga. En una palabra, se lo puede manipular a Dios.

 

 

Jesús va a reaccionar contra todo esto porque ninguna de las tres cosas son verdaderas. La primera es saber que no hace falta cumplir mandamientos para hacerse grato a los ojos de Dios. Uno se hace grato por la gracia. Y la gracia la da Dios a quien quiere. Y lo importante es que nosotros nos salvamos, no solamente por hacer buenas obras, sino fundamentalmente por cooperar en la obra salvadora de Dios y dejarnos salvar por él. Es Jesús el que no salva. Somos nosotros los que sacamos a relucir “chapas”, méritos, cosas buenas que hicimos, para enrostrárselas a Dios. Jesús es contrario todo y es también contrario a pensar que Dios sea exclusivo de un pueblo, de una comunidad, de un grupo de personas. Dios es de todos. Dios es el Dios de los judíos pero también es el Dios de los que no son judíos. Eso que también en la Iglesia nos cuesta mucho pensar, ¿no? “Sí, Dios es de todos, pero ama más a los católicos”. No. Dios nos ama todos por igual, y hay muchos que incluso no conociendo la fe católica están muy cerca de Dios.

 

 

Y lo tercero va hacer también algo lo cual Jesús se opone rotundamente: Dios no se deja manipular. ¡Cuántas veces nosotros caemos en esa tentación! “Señor cumplime esto”; “Señor dame esto”; “Señor te pido por esta necesidad…” Y muchas veces no nos damos cuenta y caemos en esa tentación de hacerle querer a Dios lo que yo quiero. Cuando en realidad, si nosotros de veras somos discípulos y discípulas de Jesús, somos nosotros lo que tenemos que preguntar a él que es lo que quiere de cada uno de nosotros.

 

 

Nos resulta muy interesante este evangelio y nos resulta muy actual: Dios no se deja manipular. Dios no es propiedad exclusiva de nadie. A Dios lo alcanzamos dejándonos amar por él y amándolo en nuestros hermanos, especialmente los pobres que tiene necesidad de mí.

 

 

Hermano y hermana desde lo profundo del Corazón de Jesús te deseo un muy lindo día, y será hasta el próximo Evangelio, si Dios quiere.

 

 

Oleada Joven