El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»
Palabra del Señor
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharam
Empezamos a vivir la Cuaresma y la liturgia nos regala este fragmento de San Marcos, donde no se nos narran todas las tentaciones de Jesús, como Lucas y Mateo, sino que se hace hincapié en el mensaje de Jesús: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»
Se nombran dos cosas que van a ser cruciales en el evangelio: conversión y Buena Noticia. Y si se squiere de alguna manera se empieza a trazar el camino que vamos a recorrer en esta Cuaresma.
Convertirse, y ya quizás lo sabemos hasta de memoria, tiene que ver con “cambiar la mentalidad” radicalmente. Implica un cambio en la óptica de ver las cosas y también en la manera de considerar la realidad. Es la apertura de mente y corazón a un nuevo orden, una nueva realidad, una renovada utopía, que es la del Reino de los Cielos: un nuevo orden de relaciones humanas y humanizantes donde lo único que esté permitido sea el amor. Es el nuevo modo de entender al hombre, al mundo y a Dios: desde la perspectiva del amor; amor como donación solidaria de toda mi persona para causar, generar, provocar un bien en el prójimo, en mis hermanos.
Por eso es que el Reino exige conversión y fe. Porque la mentalidad mundana no entra. La cultura del descarte tampoco. El individualismo, el egoísmo autorreferencial, la búsqueda del propio bien incluso a costa del bien del otro, en el Reino no tienen lugar. Una vida que busca permanentemente salvarse en soledad y en el colmo del individualismo, procurándose el bien para sí sin mirar a los demás, sin tender una mano, sin ayudar, sin mirar, sin escuchar, sin abrazar a las víctimas, no tiene cabida en el Reino de Dios. El Reino es para los que creen, viven y aman de otra manera. Por eso es necesaria la conversión.
Y creer en la Buena Noticia. ¡Porque hay Buena Noticia! a veces tengo la sensación de que esto se pierde un poco. Como si incluso cuaresma tuviese que ser estar tristes por estarlo sin más, caras largas, sacrificio, pecado (¡y pescado!) penurias, sufrir… Y yo me pregunto: ¿y no hay buenas noticias para vivir? Sí, aún en Cuaresma. Porque es parte de nuestra conversión cuaresmal el pasar de formalismos externos y tranquilizantes de conciencias que nos hagan pensar que si cumplimos, está todo bien, a una renovada manera de establecer relaciones con Dios y con los hermanos. Ayuno, limosna y oración no tienen que ver con posturas externas sino con una disposición interna y convicción del corazón que se anima a poner por obra todo lo que piensa y dice. Es vivir con coherencia y sentido de que la mejor noticia que podemos recibir en nuestra vida es Jesús. ¡Jesús! Esa es la Buena Noticia. A veces pasa en comunidades en que vivimos la fe de una manera tan avinagrada que pareciera que las buenas noticias se acabaron. Decimos que la misa es fiesta de la vida y de la fe, y no pasamos de rúbricas y rituales. Que repetimos una y otra vez, de la misma manera, casi sistemática.
Creo que será también tarea para nuestra Cuaresma el pensar la Conversión desde la perspectiva de rescatar el sentido originario, hondo y profundo de nuestra fe: tenemos una buena noticia que anunciar y se llama Jesús y el mundo entero tiene necesidad de Él. Nosotros, entonces, lo podemos anunciar. Podemos ser anunciadores de buenas noticias, más con hechos que con palabras y largos discursos.
Convertirnos para dejarnos salvar y amar por Jesús y así ser también nosotros anunciadores de Buenas Noticias para tantos hermanos que necesitan sentirse salvados por Dios y compartir así con ellos la alegría del Evangelio.
Que tengas un lindo domingo lleno de la Buena Noticia de la Pascua de Jesús y si Dios quiere, será hasta el próximo Evangelio.