Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?El Espíritu es el que da Vida,la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?» Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor
P. Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharram
Hay momentos de la vida de cada uno o de una comunidad en que todo nos parece gris, triste e imposible. Son los tiempos de prueba por algo que se puede ese estar dando en nuestra vida o en el seno de nuestra comunidad. Algunos pueden llegar a pensar que Dios nos deja en esas condiciones para probarnos. Nada más lejos del Dios que Jesús nos vino a anunciar con sus palabras y sus obras. Dios no prueba. Dios ama empedernidamente.
Lo que nos puede pasar es lo que les pasa a los discípulos de Jesús luego de escuchar y dialogar con Él en el discurso del Pan de Vida. Les parece que el lenguaje de Jesús es duro. Incomoda. No es funcional al sistema de turno. No se acomoda a las mentalidades de la época. Al contrario. Es contracultural. Es alternativo a la cultura política, económica y religiosa que se vivía en su época.
El mensaje de Jesús choca con una lógica meramente mundana e inmanente. Choca contra la cultura de la Muerte. Choca de frente contra la cultura del Consumo y el Descarte. El mandamiento fundamental de Jesús de amarnos los unos a los otros, sin importar raza, credo, lugar, condición humana o social, a muchos les sigue haciendo ruido. Pareciera ser que no es del todo conveniente. Que no se ajusta a los intereses dominantes. Y que cuesta y es difícil y que uno lo puede intentar per que al fin y al cabo va a ser una utopía incumplida.
¡Todo esto es mentira! Es un modo actual de decir lo que murmuraban los discípulos de Jesús acerca de la dureza de sus palabras. Porque ya no son los judíos los que no lo escuchan y se van. ¡Son sus propios discípulos! Dicen basta. Hasta acá llegamos. “Todo bien con vos Jesús, pero esto que nos proponés de luchar por un mundo más justo y más solidario nos sobrepasa”. Y se van. Lo abandonan. Los discípulos abandonan al Maestro. Siguen cada uno su camino porque las exigencias del Reino son demasiado para una vida que busca salvarse a sí mismo a toda costa y a costa de los demás.
El Corazón de Jesús se deshace. Y junta a los Doce. Y les pregunta si ellos también se van a ir. Y Pedro es el que toma la iniciativa movido por el Espíritu Santo y da paso a la gran confesión: “¿Adónde vamos a ir? Solo vos tenés palabras que llenan nuestra vida…” Es como si de repente se abriera el cielo gris y oscuro y brillara la luz. Porque por más amenazada que esté la vida y la fe, por más angustias tengamos que pasar y por difícil que se nos pueda hacer el querer vivir no sólo de palabra sino fundamentalmente con obras las Bienaventuranzas, los criterios del Reino, el Evangelio de Jesús, por más perseguida que esté nuestra convicción de fe, nuestros valores, nuestro modo de celebrar y de “decir la fe”, solo hallamos consuelo en la persona de Jesús.
Muchos a lo largo de los siglos han experimentado esta sensación y esta tentación de la dureza del mensaje de Jesús. Pero la respuesta tiene que ser siempre la misma. Con Jesús todo es posible. son muchas las exigencias del Reino porque todavía no hemos de convertirnos del todo, porque muchas veces dudamos, porque muchas veces queremos hacer un Dios a nuestra medida y un Evangelio que cuadre con nuestra lógica de mercado capitalista neoliberal.
Hoy asistimos a este fenómeno masivo de nuestra época que es el apostatar de la fe católica. Son cada vez más las personas que se acercan a los obispados a pedir “que se los borre de los libros del bautismo”. Creo que es un indicador de que algo está pasando. Por un lado, tenemos que hacer un mea culpa como Iglesia y saber reconocer que muchísimas veces no hemos estado a la altura de poder dar respuesta a las inquietudes, búsquedas y necesidades de muchos hermanos y que sí lo han encontrado en otras iglesias hermanas o en otras religiones o en distintos modos de militancia política y social. Es culpa nuestra. Y por otro lado está también la verdad del sinceramiento: las exigencias del Reino de Jesús nos lleva a no transar con la mentalidad del mundo ni de acomodar el mensaje de Jesús a modas pasajeras, a sistemas político-económicos, a rigorismos litúrgicos y morales, a hacer de Dios lo que cada uno quiera.
Hoy es uno de esos momentos en los que podemos desde el evangelio del domingo renovar nuestra fe. Tomarnos un tiempo y poder decirle a Jesús, si lo vamos a abandonar o vamos a caminar toda la vida junto a Él.
Te abrazo fuerte en el Corazón de Jesús y será hasta el próximo evangelio.