Evangelio según san Marcos 9,30-37

jueves, 20 de septiembre de

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

 

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»

 

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

 

Palabra del Señor

 


 

P. Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharram

 

 

 

El evangelio de hoy nos habla de una realidad que no podemos eludir si queremos seguir a Jesús: la cuestión no es quién es más grande o importante, sino que en el fondo, tenemos que convertirnos y recibir y ser como niños. 

 

 

Uno puede preguntarse “¿Y esto qué significa? ¿Qué implica? ¿No sería inmaduro hacerse de “nuevo niño”?”

 

 

Recibir a los niños es recibir la vida frágil, naciente, primitiva, dependiente absolutamente de todo, ingenua, falta de maldad. Entonces, recibir a los niños significa abrazar esta niñez y copiarla. Recibir a los niños es hacerse como niño. Y esto significa de una manera profunda y sincera cómo vivir nuestra fe: de un modo sencillo, alegre, confiado. Es la gran cualidad de los niños. Ellos no cuestionan lo absurdo. No se preocupan por lo que no es importante. No dan vueltas. 

 

 

A medida que nos hacemos cada vez más grandes, empezamos a endurecer el corazón, la mente, la memoria. Empezamos a perder esa inocencia y esa creatividad que brota de nuestra originalidad y nos hace ser lo que somos. 

 

 

Creer en Jesús, tomar parte en los duros trabajos del Evangelio y apurar la llegada del Reino implica necesariamente cambiar nuestra mente, nuestro corazón. Uno no termina de convertirse nunca, por eso el esfuerzo de volver a mirar las cosas con corazón de niño: no inmaduro, sino creyente, confiado, abandonado en manos de Otro que guía, lleva, encamina. 

 

 

A veces siento que “queremos tener la vida bajo control”. Y lamentablemente no es así.  No podemos manejar todo. Y nos hacemos problema por cosas de las que no tenemos que preocuparnos.  Por eso le pedimos a Jesús que nos regale un corazón de niño, que mire lo importante y por eso, por ese motivo, por esa razón, por esa persona, nos juguemos la vida por amor. 

 

 

Y es también una cuestión pendiente en la Iglesia de hoy y más aún en nuestro tiempo. Hoy no basta solo convertirnos y hacernos como niños, sino también recibirlos a ellos. Recibir la vida como viene, incluso desde el momento mismo de la gestación. Es hipócrita y falsamente cristiano gritar “¡No al aborto!” si esa va a ser nuestra única propuesta. Hoy necesitamos de más. Y el “Vale Toda Vida” es mucho, muchísimo más que gritar y tirar cohetes porque no sale una ley: es asumir la vida del otro como viene, pero de todos los otros, sin importar nada y sin poner condiciones. Me conmovía el otro día escuchar a doña Melchora, gloriosa mujer paraguaya de la Villa 31 de Retiro en la Ciudad de Buenos Aires, que coordina junto al Padre Willy Torre y los demás curas villeros el “Hogar del Abrazo Maternal”, desde hace más de diez años. Reciben a las chicas que por diferentes motivos cursan embarazos no deseados o complicados o lo que sea y acompañan. Acompañan las vida como viene y ayudan a estas chicas. Se hacen cargo de ellas, que en otras palabras cumplen al pie de la letra el evangelio de hoy. Necesitamos muchas más Melchoras que se animen a recibir la vida como viene y acompañar, proteger, cuidar.  

 

 

Seamos como niños y salgamos a recibir esta niñez tan frágil que precisa no de largos discursos y ponencias, sino de corazones apasionados que porque “Vale Toda Vida” reciben la vida como viene, hace que los niños y sus madres, y sus familias se acerquen a Jesús y no busquen aparecer en la primera plana de los diarios, sino que se hagan servidores de todos, especialmente los que sienten la vida y la fe amenazadas. 

 

 

Que tengas lindo domingo lleno de la gracia de Jesús. Abrazo grande en su Corazón. 

 

 

Oleada Joven