Evangelio según San Juan 18,33b-37

viernes, 23 de noviembre de

Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

 

Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”.

 

Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”.

 

Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”.

 


Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.

 

Palabra de Dios

 


 

P. Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharam

 

 

Celebramos hoy la Solemnidad de Cristo Rey con la que cierra nuestro Ciclo Litúrgico. El relato de este ciclo está tomado de San Juan, donde se produce el encuentro entre Jesús y Pilato. Una escena fuerte. Honda. Terrible. La vida de Jesús depende de ese romano. Lo único que le interesa a Pilato es saber si Jesús es Rey. Y Jesús no esquiva el bulto. No se desentiende. No huye ni se escapa. Responde reciamente. “Sí. Yo soy Rey”.

 

A veces puede costarnos pensar en Jesús como Rey al estilo de los reyes de nuestro tiempo que no son sino monarquias venidas a menos y funcionales a un sistema perverso que excluye y margina. De hecho choca profundamente en nuestra Iglesia la iconografía de Jesús hecho Rey de Roma con el obrero de Nazaret. Porque eso es lo que es Jesús. Un judío, trabajador, obrero, pobre, de la periferia palestina, amigo de pecadores, zelotes, publicanos y prostitutas. Choca ver a un Jesús elevado a la categoría de Rey. 

 

En muchas de nuestras iglesias y comunidades se ha instalado lo que podemos llamar la “teología del éxito”, que verdaderamente piensa que el reinado de Jesús es de este mundo. Es decir, creer en Jesús es sinónimo de que me va a ir bien en la vida, voy a tener un buen trabajo, hacer negocios, ganar dinero, tener la casa propia, vacaciones lujosas, tener muchos amigos, tener éxito, autorrealizarme y triunfar en la vida. Porque Dios me ha bendecido. Dios me ha predestinado a eso. 

 

Todo esto no es para nada católico. Al contrario. Y el evangelio de hoy es testimonio firme y fuerte de todo esto. Cuando Jesús habla de que su reinado no es de este mundo, también está queriendo decir no sólo que nos invita a abrir nuestro corazón a la trascendencia de pensar en un más allá que empieza a construirse en la realidad cotidiana del día a día de todos los días, sino también que el reinado de Jesús no es un reinado mundano. Todo esto nos lleva a reflexionar hondamente sobre nuestra condición de cristianos y discípulos misioneros de Jesús. Si seguimos al Nazareno, pobre, obrero, amigo de pobres, pecadores, enfermos, prostitutas, publicanos y todo lo marginal de la sociedad de su época, nosotros no podemos esperar ni desear ni querer otro estilo de vida. El modo de vida de Jesús no se ajusta a la mentalidad del mundo. Ni de su época ni de la nuestra. No podemos ser de Cristo Rey si nuestra preocupación primera va a ser cómo triunfar en la vida, hacer negocios y tener éxito, muchas veces a costa de los demás o solamente individualmente. 

 

Si de veras queremos no solo celebrar con espíritu verdadero la Solemnidad de Cristo Rey-Jesús Obrero sino vivir conforme a su mensaje tenemos que llevar grabado en nuestro corazón tres cosas: las Bienaventuranzas, Mateo 25, y Juan 15. En eso se resume el cristianismo. A eso se reduce ser cristiano. Esto es ser de veras discípulo misionero de la Buena Noticia de Jesús. 

 

Seamos entonces consecuentes con nuestra vida para vivir con las convicciones de Jesús y no las de la Cultura de la Muerte, del Consumo y del Descarte. Seamos de Jesucristo, Rey del Universo, por vivir con coherencia su mensaje. Y si su suerte no fue otra que entender que pese al dolor y al aparente fracaso, el único camino de salvación era entregar su vida por amor a todos los varones y mujeres del mundo muriendo en la Cruz, no esperemos, no busquemos, no deseemos otro destino para nosotros. Seguimos a nuestro Gran Jefe que da su vida por amor. Seamos realistas. Vivamos con pasión. Asumamos las consecuencias. Y estemos dispuestos a entregar la vida por amor todos los días de nuestra vida. Incluso, si eso implica morir.

 

Oleada Joven