El adviento de un niño

jueves, 13 de diciembre de

Adviento. Una palabra que por estos días es muy trillada. Ya vamos en la segunda semana de adviento. Estamos en el tiempo de adviento. Llega un momento donde podemos caer en ¡bah, un adviento más! Espera. ¿Esperar qué? Si todo en nuestro tiempo es instantáneo.

 

Creo que esto de la espera es algo difícil en nuestros días. ¡De hecho no sabemos ser pacientes, esperar con tranquilidad! Eso de las cosas al momento es el pan de cada día. Sucede algo y nos damos cuenta de inmediato. Una noticia, un mensaje, un recado. Solo unos cuantos minutos y todo está divulgado en la red o en los noticieros de la televisión.

 

Desde hace semanas llevo prestando demasiada atención a un niño pequeñito del albergue, a quien por nombre ficticio le pondré Jaime, que en el trayecto de la casa a la capilla donde celebramos la misa dominical, con los vecinos de la colonia, comienza a hacer cuentas a su manera: a ver, tengo 7, (y comienza a contar los dedos, da dos o tres vueltas) y con una emoción tremenda, reflejada en sus grandes ojos, y sonriente me dice siempre el mismo resultado de la vez pasada:  ¡Ya faltan dos años y una semana menos, para hacer mi primera comunión!

 

Lo cierto es que, cuando llegamos a la capilla, él participa, a su manera, de la misa, y al momento de la comunión, también se forma, la gente le deja seguir en la fila, cuando llega frente al sacerdote, que ya le conoce, sabe que es el momento de Jaime, que viene “por su crucita”, simplemente le hace una cruz en la frente. Jaime regresa a su lugar, contento, hace un momento de oración en silencio con los ojos cerrados. Todos participamos, sin perder la atención, del momento en el que Jaime, renueva su cuenta, porque al salir de misa, la cifra, según Jaime, ha cambiado, entonces es ¡Ya faltan dos años y una semana menos para hacer mi primera comunión!

 

Esto es el adviento, es la actitud con la que debemos vivir, saber que el Señor llega, que está en gran parte en nuestras manos el cambio, que colaborando con otros vivimos ese Marannatha. Jaime me enseña que la espera, no depende de cifras, sino de la certeza de que el momento va a llegar, y que, aunque el número no cambie, la esperanza si puede aumentar o disminuir. Es Dios quien me ha confiado este fuego y  soy yo quien debe avivar ese fuego, con mis minuciosas cuentas, al estilo de este pequeño, que con alegría y entrega no olvida que dentro de dos años y una semana menos hará su primera comunión.

 

Que este adviento, lo vivamos con esperanza, sabiendo que faltan dos años y una semana menos, para encontrarnos con Jesús.

 

Ernesto Camarena Báez