Gracias Madrecita, por recibirnos a todos

jueves, 9 de mayo de
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Señor, tenemos que agradecerte. No solo te entregaste a Vos mismo en la cruz. En el momento culmen de esa entrega, agonizando, tuviste tu último acto de despojo. Entregaste a tu madre, la que te gesto, crío, y acompaño, en cada momento, en inseparable intimidad. Te despojaste y nos la diste, como el don más sorprendente y maravilloso: una madre, que nos lleve dentro suyo para gestar en nosotros tu corazón, tu modo, tu vida.

Una guía en el camino, que aprendió a recorrerlo como nosotros: peregrinando, entre alegrías y tristezas, entre incertidumbres y certezas.

Una compañía que nos recuerde las maravillas que la gracia de Dios puede lograr en personas frágiles, sencillas, pero dispuestas.

Un faro de esperanza que no se apaga. Esperanza en que nuestras pobrezas serán envueltas en tu posibilidad, y podremos dar lo mejor de nosotros, superándonos en el amor.

¡Gracias Señor!

Y gracias Madrecita, porque tú corazón, como el de tu hijo, no conoció límites, y hoy nos recibe a todos, que de tantos lugares y tantas maneras, venimos con el cansancio del camino, soñando con que al mirarte, podramos renovarnos y así continuar nuestra marcha. Sabiendo que no estamos solos, que vos nos marcaste el camino, y nos regalaste la certeza que sin soltarte la mano, vamos a llegar todos a buen puerto.

Que cada vez seamos más los que en vos busquemos ese consuelo, para ser más los que pronto vayamos al encuentro de tu hijo.