Cualquier segundo es una puerta
para entrar en tiempo.
Todo centímetro es una tierra
que lleva tu huella.
Cada color y cada aroma
me hacen sentir tu fantasía
jugando hacia el infinito.
En cada mirada se asoma
la intimidad de tu misterio.
Todo golpe de azada cae sobre
la tierra con certeza de cosecha.
Cada canto verdadero trae hasta
mi corazón el rumor de la fiesta
que ya empezó eterna al final de mi camino.
Señor, no puedes perderte
en una clandestinidad absoluta:
yo me moriría en tu ausencia.
Ni puedes revelarte en toda tu grandeza:
yo quedaría absorbido
en el resplandor de tu gloria.
Tú eres el Señor de la justa cercanía,
del sacramento necesario que
nos permite irnos haciendo,
sin tanto frío y noche que
quede crudo nuestro barro,
ni tanto sol y mediodía
que tu fuego nos calcine.
Benjamín González Buelta, sj