Pero no nos equivoquemos, el mundo en sí, en su aspecto material, no es algo despreciable, es bueno como todo lo creado por Dios. Somos nosotros, los que con un uso indebido de lo creado, lo transformamos en algo que después, a nosotros mismos nos parece malo.
La gran lucha a la que nos enfrentamos, no es la de dejar el mundo, rechazar nuestras ambiciones y aspiraciones, o despreciar el dinero, el prestigio o el éxito, sino conseguir nuestra autenticidad espiritual, y vivir en el mundo como alguien que no pertenece a él. Creo, que todas las cosas buenas que nuestro mundo nos ofrece, están a nuestra disposición para que gocemos de ellas. Pero solamente se puede gozar de verdad si somos capaces de conocerlas como afirmaciones de la verdad de que somos los amados de Dios.
Para ser capaces de disfrutar de manera plena las muchas cosas buenas que el mundo tiene para ofrecer, debemos ser capaces de quererlas con desapego. Desapego no significa indiferencia o falta de interés. Significa no ser posesivos. Una vida no posesiva es una vida libre. Pero esta libertad solo es posible cuando tenemos un sentimiento puro de pertenecer.
¿A quién pertenecemos? Pertenecemos a Dios y el Dios al que pertenecemos nos ha enviado al mundo para proclamar Su Nombre, que toda la creación ha sido hecha en amor y por amor y que Él, nos llama a la gratitud y al gozo. Eso es lo que significa una vida desapegada. Es una vida en la que somos libres para ofrecer nuestra alabanza y gratitud.
Fuente: Pan Para El viaje. La vida no posesiva Autor: Henri Nouwen