Yo permaneceré contigo…

domingo, 19 de enero de

Tú reinas a la derecha del Padre
en el reino de tu eterna gloria
como la palabra de Dios desde el principio

Tú reinas en el trono del Todopoderoso
en forma humana transfigurada
desde la culminación de tu trabajo en la tierra

Yo creo en esto porque tu palabra tanto me enseña
y porque creo, sé qué alegría me da
y qué bendita esperanza florece de ella.
Porque donde Tú estás, ahí también están los tuyos
el cielo es mi tierra gloriosa
comparto contigo el trono del Padre

El eterno que hizo todas las criaturas
quien, tres veces santo, abraza a todo ser
además tiene un silencioso, especial reino suyo.

La habitación más íntima del alma humana
es el lugar favorito de la Trinidad
su trono celestial en la tierra

Para liberar este reino celestial de la mano del enemigo
el Hijo de Dios vino como el Hijo del Hombre
dio su sangre como el precio de la entrega

En el corazón de Jesús, que fue atravesado,
el reino de la tierra y de los cielos se unen.
Aquí está para nosotros la fuente de la vida.

Este corazón es el corazón de la Divina Trinidad,
y el centro de todos los corazones humanos
que nos concede la vida de Dios.

Nos atrae hacia sí con poder secretos
nos esconde en el seno del Padre
y nos inunda con el Espíritu Santo.

Este corazón, late por nosotros en un pequeño tabernáculo
donde permanece misteriosamente escondido
en esa quieta, blanca hostia.

Ése es tu trono real en la tierra, Oh Señor,
que visiblemente has erigido para nosotros
y te complaces cuando salgo a su encuentro.

Lleno de amor, Tú hundes tu mirada en la mía
y acercas tu oído a mis palabras silenciosas
y llenas de paz mi corazón.

Aún así tu amor no se satisface
con este intercambio que todavía podría conducir a la separación
tu corazón requiere más.

Tú vienes a mí como alimento de la mañana en cada pausa cotidiana.
Tu carne y tu sangre se convierten en comida y bebida para mí
y algo maravilloso ocurre.

Tu cuerpo misteriosamente penetra el mío
y tu espíritu se una al mío:
no soy más lo que alguna vez fui.

Tú vas y vienes pero la semilla 
que sembraste para futura gloria, permanece
enterrada en este cuerpo de polvo.

Un esplendor del cielo se queda en el alma,
un brillo profundo se queda en los ojos,
una elevación en el tono de voz

Ahí permanece el lazo que une un corazón al otro
el arroyo de vida que brota de la tuya
y anima a cada miembro.

¡Qué maravillosos son tus prodigios!
No podemos más que asombrarnos y balbucear y caer silenciosos
porque el intelecto y las palabras fracasan.

Y yo permanezco contigo

Edith Stein-

 

Laura Sh