Evangelio según San Lucas 7,36-50

martes, 16 de septiembre de
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Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.


Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”.Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro!”, respondió él.”Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”.


Simón contestó: “Pienso que aquel a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”.


Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”.


Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”.Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.


Palabra de Dios




P Sebastián Garcia Sacerdote de la congresacion del Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán Encargado de la animación de la Pastoral Juvenil

 

La Palabra de hoy nos regala una hermosa comparación: Los fariseos y Jesús.

Los fariseos eran hombres cultos, letrados, instruidos en la religión oficial judía. Personas que cumplían al pie de la letra lo que mandaba la ley. Pero ciegos de alma. Lo único que podían ver era lo externo, lo superficial, lo de afuera. Por eso lo de la mujer. “¡una pecadora!”. Claro que este término se aplicaba sólo a las mujeres que cometían adulterio. Es decir, que además el pecado se reducía a lo sexual. Su corazón está tan pegado a la Ley, que lo único que pueden hacer es cumplir. Cumplir a toda costa. Este fariseo estaba contento con Jesús porque le había preparado un banquete y estaba impactado. De nuevo, miraba solo lo de afuera.

Del otro lado tenemos a Jesús que conoce el corazón del hombre. Va más allá. Ve más allá. Traspasa incluso el pecado. Toca con su misericordia el corazón del hombre. Jesús va más allá de todo y limpia, sana, purifica, cura y libera el fondo del corazón del hombre. . Y es por esto que la mujer se siente agradecida. Porque se siente perdonada, es capaz de amar.

Nosotros hoy también tenemos este desafío: pensar en nuestra fe como una fe que no cumple mandamientos o preceptos o leyes, sino una fe que es capaz de amar porque en el fondo hace experiencia de la ternura y la misericordia de Dios. La fe de los fariseos es una fe amarga que busca sólo cumplir para quedar bien con Dios. La fe de Jesús es la fe que va más allá: no cumple, sino que busca una sola cosa que es amar. Y tu fe… ¿cómo anda últimamente?

Hasta el próximo evangelio, Dios te cuide y te proteja.

 

Radio Maria Argentina