En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: “Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte”. El les respondió: “Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
Jesús se conmociona por dos motivos: se siente perseguido por Herodes y padece cómo otras vidas se han despreciado en Jerusalén.
El lamento de Jesús es un lamento hondo, que le brota de los más profundo de su Corazón. No puede entender cómo es que una persona con poder busca matarlo por haber hecho el bien. Dar la vista al ciego, hacer escuchar al sordo, liberar a los cautivos, forma parte de la misión de Jesús. Vino para eso. Vino para que nos liberáramos del pecado. Y sin embargo… el peligro de la muerte.
Actualmente hay mucha gente, anónima, que recibe amenazas de muerte y es perseguido por hacer el bien. Dentro y fuera de la Iglesia. Y algunos razonablemente, se apartan de su tarea para protegerse. Y hacen bien. Otros en cambio, llevan su lucha hasta las últimas consecuencias y muere. Y también hacen bien. El problema no creo que sea la muerte. Es más, como decía San Agustín, “es de lo único que estamos seguros”. Todos morimos. Ahora bien, no todos vivimos.
Morir es algo inherente al ser humano. Algún día llega. El problema no es cuando llega, sino qué hicimos hasta ese día. Lo que le da sentido a la muerte es la vida vivida y entregada.
Jesús es consciente de que si sigue adelante en su camino de anuncio del Reino va a morir. Pero no puede renunciar a su misión. Todo en la vida de Jesús es entrega permanente. Todo Jesús “es ir muriendo un poco” si esto lo entendemos como entregar la vida por amor.
Los cristianos somos aquello que no podemos darnos el privilegio del temor a la muerte. Nuestro gran temor tiene que ser no vivir conforme a nuestra vocación, a nuestra originalidad, a nuestro talento. Una vida sin sentido es la muerte en vida.
Como nos decía nuestro pastor y mártir Enrique Angelelli: “con un oído en el Pueblo y el otro en el Evangelio, hay que seguir andando nomás…”
Sigamos andando. Más por amor que por cualquier otro motivo. Sin miedo a la muerte. Porque estamos seguros de que la vida no nos pesa. Y que el problema no es morir. Un verdadero problema es vivir sin sentido, es despertarse cada día sin propósito, es querer salvarse uno a costa de todos los otros. Así la vida ya es muerte. Y no sólo eso. Es infierno.
Por una vida con sentido, amasada en la lucha por un mundo más justo y más fraterno, donde nadie pase necesidad, donde todos nos sintamos hermanos y hermanas. Por eso te pedimos Señor Jesús. Escuchanos.