Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde.Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer”.
El respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Ellos le dijeron: “Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos”.Jesús preguntó: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver”. Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco panes y dos pescados”.El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde,y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.Todos comieron hasta saciarse,y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
El evangelio de hoy es realmente revolucionario: Jesús, que es Maestro, Verdad y Vida, nos enseña lo más importante para cualquier comunidad humana, que es el misterio del compartir.
Jesús siente compasión por esa muchedumbre que tiene hambre y le pide a los discípulos que sean ellos los que le den de comer.
Esto desconcierta a los discípulos. Ellos, que sí tienen garantizado el pan cotidiano, se sorprenden frente al desafío de Jesús. La intención de los discípulos seguramente es la de asegurarse el pan ellos y despedir a la multitud, como insinuándole, que son ellos los que tienen que arreglárselas solos.
Jesús reacciona frente a esto. Jesús no puede permitir que haya algunos que tengan garantizado el pan mientras otros pasan hambre. Por lo menos en la lógica del Reino esta actitud no tiene lugar.
Por eso el verdadero milagro de Jesús es que los panes y peces se multiplican no por arte de magia, sino por la conversión de corazones que se animan a compartir, no a dar de lo que les sobre sino a dar lo que tienen y lo que son.
Quizás nosotros nos acostumbramos a creer en un Dios mago que tiene que solucionar como “gran mago” y por “arte de magia” los problemas de la humanidad.
Hoy las palabras de Jesús se hacen grito: “Denles ustedes de comer”.¡Y cuánta hambre hay en el mundo de hoy! Hambre de pan, paz, salud, trabajo, de sentido de la vida, esperanza, fe, consuelo, amor, tanta hambre de Dios. Sobra hambre en el mundo de hoy y falta pan. Y es por este motivo que somos nosotros los que nos tenemos que hacer responsables los unos de los otros para saciar esta hambre.
Hoy más que nunca nos sentimos llamados a sentirnos hermanos de todos los hombres, de los siete mil millones que caminamos diariamente nuestro mundo, para salir al encuentro de ellos y darnos desde la verdad de lo que somos para saciar el hambre. Sólo así será posible el milagro. No por un Dios al que tenemos que hacer responsable de que en el mundo haya hambre, sed, dolor, sufrimiento e injusticia, sino porque sentimos que el Espíritu de Jesús nos hace comunidad y comunión para darnos desde la originalidad de nuestra vocación.
Iglesia que se arremanga, se embarra, se ensucia, se la juega por amor. Iglesia de Jesús, para ser creyentes, pero por sobre todas las cosas, ser creíbles.
Hermano y hermana, desde estas tierras santiagueñas donde estoy de misión te abrazo muy fuerte en el Corazón de Jesús.