Evangelio según San Juan 15,9-11

lunes, 4 de mayo de
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Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»


Palabra de Dios





 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil


 

Cuando Juan nos habla de “permanecer”, esto es algo más que “estarse”; significa entrar en relación, vincularse, amarse. Permanecer en Jesús es sobre todo la actitud de aquel que quiere de veras relacionarse desde la profundidad con el Dios de la Vida. Es aquel que quiere permanentemente ir conociendo más a Jesús para más amarlo y mejor seguirlo. Permanecer en Jesús es de veras entrar en el fondo de su Corazón, dejarse amar por Él, encontrarlo en los rostros de los crucificados de hoy y por tanto amor recibido, devolver amor a todos los hermanos.


Sin embargo nace esta pregunta: ¿Y cuáles son los mandamientos de Jesús? Porque sin lugar a dudas son más que los diez mandamientos. De hecho, los mandamientos de la Ley de Moisés, más allá de ser comunes a toda religión, son comunes a todo hombre de buena voluntad y por decir así, “que esté bien de la cabeza”: todos sabemos que matar, robar, mentir, desear lo ajeno, deshonrar a los mayores y no relacionarse sanamente con un Ser Superior, al que nosotros llamamos Dios, no es correcto y no está bien. Por lo tanto, el mandamiento de Jesús tiene que tener un plus, un “algo más”, tiene que agregar algo de novedad a la fe.

 

Y la novedad viene dada en que lo que pide Jesús, es que nosotros nos amemos los unos a los otros como Él nos ama. Ya no basta amar como se ama uno. Desde la Pascua de Jesús, ha cambiado la medida del amor: se nos pide que amemos con el mismo amor que Él nos tiene.

 

Este amor es más que el común de los amores. Porque es el amor que va hasta el último lugar, toma ese lugar, lo hace su preferido, y desde ahí redime. Es un amor que va a las profundidades de la mayor de las miserias humanas. Si hay algo que no tiene el amor de Jesús es superficialidad. Va a lo más hondo. Es oblativo. Es anonadado y obediente.

 

Por lo tanto, desde el Nuevo Testamento, la medida del amor ha cambiado. Ya no se trata de amar a partir de la experiencia humana que tengo de sentirme amado, sino que me siento llamado a amar con el amor que tengo de Jesús; ese amor del cual hice experiencia liberadora en mi vida y no puedo callar, no me lo puedo guardar, no lo puedo esconder. Basta sentirme amado en alguna medida por Jesús para saber que no sólo mi vida ha comenzado a ser diferente, sino que mi manera de amar ha cambiado por completo.

 

La medida del amor será entonces llevar ese amor hasta las últimas consecuencias. Será entonces un amor que me lleve a salir de mí mismo, a dejar comodidades y comfortes, a ser creativo, a encontrar mi manera original de poder salir al encuentro del otro para procurar su bien, para luchar juntos por su liberación, para darle sentido a nuestras vidas. El amor de Jesús es amor de Cruz, por tanto supondrá ir paulatinamente muriendo a sí para que otro tenga vida: morir al orgullo, al egoísmo, al placer, a “hacer la mía y cortarme solo”, a pisar cabezas para llegar más alto, a buscar permanentemente la aceptación social, el dinero como aspiración suprema y el querer “salvarme la vida” a cualquier precio. Supone un dejar de lado todo lo que me impide llegar a Dios y a los hermanos. Supone que voy a correr la misma suerte que Jesús: persecución, abandono, soledad, incomprensión, muerte.

 

Hoy más que nunca la Iglesia precisa jóvenes jugados que quieran amar con el mismo amor de Jesús, para ser protagonistas, no de un mundo y un sistema voraz que destruye humanidad, sino de un amor loco, como el de Jesús, capaz de encontrarse, relacionarse, permanecer, sostener, curar y hacer opción por aquellos, que sin tener que buscarlos muy lejos sino a la vuelta de la esquina, sienten la vida y la fe amenazada.

 

Permanezcamos en Jesús. Amémonos con su amor.

 

Un abrazo enorme y hasta el próximo evangelio.



Fuente: Radio Maria Argentina

 

 

Radio Maria Argentina