Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: ‘Mi señor tardará’, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Palabra de Dios
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil
La lectura del Evangelio de hoy la tenemos que entender en el sentido profundo de lo que el evangelista nos quiere decir. Lejos está esa interpretación de un dios Todopoderoso sentado en un trono de gloria, justiciero, castigador, que amenaza a todos los hombres a que se porten bien porque si no se van a ir inexorablemente al infierno.
Nuestra fe nos hace leer este texto de una perspectiva más profunda y más crecente. La invitación que nos hace Jesús en el evangelio es a estar prevenidos. Pero esto de no saber la hora en que va venir no nos tiene que causar miedo si no todo lo contrario: nos tiene que hacer confiar más en Él. Es como si yo dijera: “bueno… no se trata solamente de tener una buena conducta, una reputación, un cumplimiento de normas, en determinado momento porque sé que en ese momento va a llegar la persona que me va a ver y quién definitiva me va juzgar”. Se denuncia en este párrafo del Evangelio ese cristianismo para la televisión en que aparecen las cámaras y realmente somos todos buenos y nis portamos bien y hacemos bien las cosas. El “estén prevenidos” que nos dice Jesús en el evangelio de San Mateo nos hace pensar justamente que no saber la hora en que él va venir tiene que hacernos vivir consecuentemente todos los días, en todo momento y en todo lugar con los valores del Reino, predicando la buena noticia del Evangelio.
Es decir, es un Evangelio que nos llena de esperanza y que nos hace entender que no hay más que dos maneras de vivir: o vivo cuidándome la vida, pensando que Jesús va llegar en determinado momento y que eso no tiene nada que ver con mi vida y me dedico a malgastarla, a poner fuerza donde no vale la pena poner, incluso me dedico a la violencia, a comer, a emborracharme; hacer cosas que en definitiva me pierden en el sentido de mi vida. O vivo consecuentemente como cristiano, como hijo resucitado, verdaderamente Hijo de Dios que entiende que Jesús no viene al final de los tiempos solamente sino que está siempre viniendo permanentemente en cada uno de mis hermanos especialmente los que más sufren, los que más necesidad tienen de la ternura y la misericordia de parte de Dios, de aquellos que esperan una respuesta desde mi originalidad de mis dones y desde mis talentos. De aquellos que me están gritando, aquellos que me dicen que necesitan justicia, que necesitan paz, que necesitan alguien que le preste la voz porque sienten pisoteados en sus derechos; sienten pisoteada la vida.
Jesús está viniendo en todo momento. Está viniendo como grito de necesidad que también nos interpela y nos ayuda a nosotros a pensar qué respuesta podemos ensayar para dar respuesta a esa necesidad.
Hermano y hermana, el evangelio de hoy nos compromete. El evangelio de hoy nos hace seguir tomando partido por este Dios de la vida, por este querer formar parte de la comunidad de los seguidores de Jesús que no calculan la vida, que no la retacean, que no se la guardan y que sobre todas las cosas renuncian el privilegio de tener miedo. ¡No podemos tener miedo! ¡No podemos vivir con temor!
Tenemos que vivir como lo que somos: varones y mujeres libres y liberados por la gracia del Espíritu de Jesús que se animan a ser algo cuestionable e histórico de su vida; algo que sea fundamentalmente en el servicio y de la entrega por amor.
Hasta el próximo ángel y un abrazo enorme El corazón siempre joven de Jesús.
Fuente: Radio María Argentina