Evangelio según San Lucas 15,1-10.

lunes, 2 de noviembre de
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Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?

Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”.

Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.

Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”.

Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

 

 

 

 

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán. Animador y responsable de la Pastoral Juvenil 

 

 

 

El relato de la oveja perdida y encontrada es muy famoso en el evangelio y quizás a todos nosotros nos hace un eco profundo. Me parece sin embargo que muchas veces en la Iglesia, cuando se proclama, cuando lo escuchamos, cuando lo rezamos, pensamos más bien en los otros y no lo personalizamos. No pensamos tanto el evangelio en clave personal, en clave de lo que es mi historia de vida y mi historia de fe y muchas veces se lo aplicamos a los demás y listo. Es como decir algo así: “Dios va a buscar aquello que están perdidos, aquellos que no encuentran sentido a su vida, aquellos que se descarriaron…

 

De alguna manera me parece que el relato en primer lugar habla de los discípulos de Jesús. Y porque habla de los discípulos y nosotros somos discípulos, tenemos que entender la parábola de la oveja perdida primero como un relato vocacional de nuestra vida. Es decir, hubo un tiempo en el que nosotros estábamos perdidos. Un tiempo en el nosotros nos veíamos claro. Un tiempo en el que nosotros no seguíamos definitivamente Jesús. Un tiempo que también andamos descarriados, fuera del rebaño. Y Jesús salió buscarnos. Salió a buscarnos especialmente a nosotros. Salió a buscarnos con mediaciones históricas concretas. Salió a buscarnos con gestos que nos hicieron pensar que Dios es por sobre todas las cosas Ternura y Misericordia. Salió a buscarnos de tal manera que entendimos que Dios nos ama tanto y que nosotros no podemos hacer nada para vencer ese amor. ¡Nada de lo que hagamos no va a alejar del amor de Dios!

 

Y también hacemos esta experiencia: cuanto más lejos nosotros queremos estar de Dios, más cerca Él está de nosotros; cuanto menos queremos saber de Él, Él más quieres saber de nosotros; cuanto más “infieles” nosotros nos queremos sentir, Dios es más fiel con cada uno de nosotros.

 

Por eso es interesante hacer siempre este ejercicio de oración, de reflexión y meditación de poder dar gracias a Dios porque Jesús en reiteradas ocasiones me salió a buscar. Yo también soy oveja descarriada que muchas veces se equivoca, que muchas veces peca, que muchas veces anda errante. Y una vez más el Señor sale a buscar. Una vez más Jesús, a través de su Iglesia, a través de esas personas significativas o acontecimientos que los entiendo a la luz de la fe, sale a buscarme para que yo vuelva, para que yo me reintegre a la comunidad, para que siga formando parte de la Iglesia.

 

Me parece que ahí y solo ahí podemos empezar a pensar en los otros y en los demás. De la misma manera que yo fui salvado esta salvación también tiene que llegar a otros. De la misma manera que mi vida se dignificó a partir de un encuentro clave, decisivo, determinante, con Jesús, eso yo se lo tengo comunicar a los demás. Si no lo hago soy un egoísta. Si yo me guardo esa felicidad el encuentro con Jesús y ese sentirme salvado definitivamente por Él a tal punto que encuentro solamente en la Palabra de Jesús un sentido para mi vida y eso no soy capaz de gritarlo, de ponerlo de manifiesto, -no tanto con palabras sino fundamentalmente con obras- en servicio y en amor al prójimo soy autorreferencial soy egoísta y en definitiva estoy cometiendo un acto de injusticia.

 

Es lindo pensar este relato del Evangelio, es lindo poder rezar con él, es lindo poder sentirnos oveja perdida que fue encontrada por el amor del corazón de Jesús. Hacete un tiempo, hermano y hermana para rezar, para darle gracias a Jesús por este acto que tiene con todos nosotros de amor preferencial, de salir a buscarnos. De que no descansar hasta ser el Dios de amor que triunfe, que gane nuestro corazón.

 

Hasta el próximo evangelio te abrazo muy profundamente En el Corazón de Jesús.

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

Radio Maria Argentina