El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám
¡Alelluia! ¡Muy Feliz Pascua de Resurrección!
¡Qué lindo es poder hoy leer este evangelio y llenarnos de gozo y de alegría porque Jesús resucitó! ¡Qué lindo es poder celebrar la Pascua! ¡Qué lindo poder alegrarnos con Jesús que vence toda oscuridad, toda tiniebla, toda maldad y todo pecado!
Hoy celebramos que ya el peso de la muerte y el pecado no tienen efecto en nosotros. Hoy celebramos la derrota de la muerte en manos del que trae Vida. Hoy celebramos el perdón de todos los pecados. Hoy celebramos la Vida Nueva de la gracia que Jesús nos regala.
Por eso, no podemos quedarnos ajenos a esta alegría y a este acontecimiento: Jesús victorioso se eleva y en medio de tanta Pasión y Muerte, surge la Vida; de entre las Tinieblas se enciende una Gran Luz; de entre tanto Pecado, Jesús nos entrega la Reconciliación. Nosotros que venimos en estos días acompañando a Jesús y padeciendo con Él, hoy, con Él nos alegramos. La Pasión de Jesús reúne la pasión de tantos hermanos que sienten la vida y la fe amenazada, comercializada, manoseada, maltratada, violada. La Pasión hace que el dolor y el clamor de todos los varones y mujeres de este mundo encuentren su sentido y se sumen a la Pasión de Jesús. De la misma manera, la alegría de Jesús se convierte en nuestra misma alegría. Nosotros que hemos padecido con Él, hoy con Él resucitamos a una nueva vida. Esto es muy profundo y completamente audaz: animarnos a vivir en la libertad de los resucitados con Jesús, dejar atrás la vida de pecado, que Jesús destruye con su Pascua y pasar e nueva vida: una vida llena de luz, de amor, de gozo, de sentido, de coherencia entre lo que pensamos, decimos y obramos, una vida de compromiso con nuestros hermanos más pobres y que más sufren, una Vida que colma nuestra vida.
No podemos quedarnos sentados y llorando sobre el sepulcro. No podemos eternizar la Pasión y la Muerte. No podemos ser cristianos en serio si no resucitamos con Jesús y su Pascua. Porque hemos sufrido con Él y hemos muerto con Él, hoy queremos resucitar con Él y tener nueva vida, nuevas chances, nuevas oportunidades.
Dice el papa Francisco: “uno de nuestros hermanos murió y con eso nos hizo Pueblo”. Esta es el dimensión más honda de la Pascua: no estamos solos y aislados en el mundo, no sólo nuestra vida cobra un nuevo sentido, sino que además somos congregados por la Resurrección de Jesús para juntarnos, abrazarnos, “asamblearnos” con nuestros hermanos y sentirnos Iglesia, Iglesia Católica, Universal, para todos, donde nadie se queda afuera y entramos todos, de todos los colores, de todas las razas, de todos los rincones de la tierra. Hoy sentimos que nuestra vida cobra sentido por tender lazos con nuestros hermanos, hacer puentes, abrir puertas y caminar juntos, “sinodalmente”.
¡Qué lindo es poder vivir todo esto! ¡Qué lindo es poder alegrarnos con la vida nueva de Jesús! ¡Hoy es día de fiesta porque Jesús resucita de entre los muertos y nos abre las puertas del Reino definitivo y hace que la muerte no tenga la última palabra; hace que la muerte sea vencida!
De una buena vez, que los cristianos de todo el mundo podamos vivir resucitados, sabiendo que por más grande que sea nuestro dolor, nuestro sufrimiento y nuestro pecado, todo esto queda asumido y destruido en la Pascua de Jesús. Empecemos a vivir la libertad de ser Hijos como es Hijo Jesús. Empecemos a abrir los sepulcros de nuestro corazón porque Jesús ha resucitado. Empecemos a correr tras los pasos del Nazareno para imitarlo y que nuestra vida sea un escándalo para los descreídos, los que niegan a Dios, para los comerciantes de la Cultura de la Muerte.
Vivamos la alegría de la Resurrección y vivamos como resucitados. A veces nos pasa que somos cristianos de un “eterno Viernes Santo”, lleno de dolorismo y Pasión. Hoy demos el Paso de la Pascua. ¡Animémonos a más! Asumamos el Domingo de Resurrección y todas sus consecuencias. Para ser de verdad libres. Para poder amar. Para abandonar las sombras de pecado de nuestra vida y de nuestro corazón. Para sentirnos hermanos de una humanidad que sin dejar de padecer tiene hambre se sentido y no puede contentarse con que la muerte tenga la palabra final.
Hermano y hermana, viví a pleno esta Pascua. Que la alegría de Jesús invada tu corazón. Y si Dios quiere, será hasta el próximo evangelio.