Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: “Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”.
Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra de Dios
El evangelio de hoy nos mete de lleno en la realidad de quiénes son aquellos que van a seguir a Jesús y aquellos que van a dar –en salida- testimonio del Reino. Se nos describe algo así como el modo que deben tener los seguidores de Jesús y el anuncio que deben hacer. Se trata entonces de discípulos misioneros que habiendo vivido en intimidad con Jesús sean capaces, por la fuerza de esa intimidad de transmitir la fe, predicando el reino, exhortando a la conversión, invitando a sacar del corazón todo aquello que divide y que son los demonios.
Personalmente noto que muchas veces los que pertenecemos a la Iglesia, sea por la parroquia, la capilla, el colegio, el movimiento, las comunidades eclesiales… centramos la preocupación actual en torno a cómo mejorar la evangelización, cómo hacerla más atractiva, cómo poder llegar más a la gente. Hay una gran preocupación de la Iglesia en todo lo que se refiere al hacer de la evangelización. El tiempo presente es un tiempo que nos lleva también en la vorágine diaria a pensar más bien en qué cosas hacer a considerar más bien quiénes queremos ser. Creo que a esto apunta el evangelio de hoy.
Las indicaciones de Jesús a los apóstoles habla de desprendimiento y austeridad: un bastón, unas sandalias, una sola túnica; ni pan, ni provisiones, ni dinero. Nos habla de una comunidad en salida, de a pie y caminando, itinerante, pobre y buscando formar comunidad con aquellas personas que quieran recibir el mensaje d Jesús y quieran hacerle espacio en su corazón. Van de a dos, sin seguridades ni certezas, a formar comunidad y hacer lo único importante: predicar el Reino.
Entonces creo que este texto tiene una vigencia muy real. De la misma manera que Jesús envía apóstoles, todos los bautizados y por esa condición, somos discípulos misioneros, y nuestra preocupación tiene que ser la de dar a conocer el Evangelio de Jesús, con obras y si hace falta, con palabras.
Por eso creo conveniente poder cambiar las preguntas que habitualmente nos hacemos como Iglesia y dejar de lado el hacer por ser. Lo que el evangelio y la realidad de hoy nos impulsan a responder no es tanto qué vamos a hacer como Iglesia cuánto qué tipo de Iglesia queremos ser. Hoy la pregunta es por el ser, por la identidad, por lo más distintivo. Hay que responder con urgencia a qué soñamos cuando decimos “Iglesia” que seguir pensando dinámicas y recursos para la evangelización. Ya ha pasado esa edad “en que todo el universo era cristiano”. Hoy parece que somos minoría. Lo importante al final no será el número. Será quiénes somos.
Por eso te invito a que de la mano de este evangelio podamos pensar juntos, meditar y rezar sobre nuestra identidad de bautizados y sobre cómo queremos ser; casi como gran eco de lo que fue el grito del Concilio Vaticano II: “Iglesia… ¿qué dices tú misma de quién eres?”
¿Qué tipo de comunidad evangelizadora queremos ser? ¿Qué prioridades vamos a adoptar?¿Cuál va a ser nuestro estilo de ser Iglesia en Argentina, en América Latina y en el mundo? ¿Qué queremos que la gente vea, piense, sienta cuando escuche “Iglesia Católica”? Son las lindas preguntas de nuestro tiempo. Algunos ya nos pesan anos de pensar recursos y novedades. Hoy tenemos que apuntar al ser. Ser Iglesia. ¿Qué Iglesia vos querés ser?
A partir del evangelio de hoy yo me animo a soñar con ser Iglesia que sea Misterio de Comunión Misionera, abierta a todos y para todos, Pueblo de Dios en marcha, sin poner el acento en las diferencias sino en la comunión de cosas en común, donde no haya cristianos de primera y cristianos de segunda, donde todos salgamos al encuentro de la vida, para cuidarla desde la concepción hasta su término natural, optanto porque vale toda vida y privilegiando en nuestras comunidades la oración, la fraternidad, los pobres y los jóvenes.
¿Qué Iglesia soñás vos?
Que tengas un lindo domingo lleno de la luz de Jesús resucitado. Y será si Dios quiere hasta el próximo evangelio.