Teresita: Yo quería ser el juguetito del Niño Jesús

viernes, 30 de septiembre de
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Quizás ésta sea la primera y principal clave, el “leit motiv” de su vida. Hay una imagen muy linda que encarna ésta confianza y esta abandono en el Señor: le pide ser un juguetito en sus manos. Sobre todo se lo pide en un momento en que ella está esperanza de Dios cosas grandes. Quiere entrar al Carmelo y todavía se hace difícil, se le posterga la decisión de entrar. Es todavía muy chica, tiene quince años, y entonces “la rebotan”. Pero ella insiste. Llega incluso a pedirle al mismo Papa. Y en esta lucha interior y en este sufrir porque se le posterga su anhelo es que surge esta petición hermosa de ser un juguete en manos de Dios, esta necesidad de abandono y confianza justamente en los momentos en donde se hacía más difícil ver claro qué quería Dios:


Desde hacía algún tiempo yo me había ofrecido al Niño Jesús para ser su juguetito. Le había dicho que no me tratase como un juguete caro que los niños se contentan con mirar sin atreverse a tocarlo, sino como a una pelotita sin ningún valor a la que Él podía tirar al suelo, golpear con el pie, agujerear, abandonar en un rincón o bien estrechar contra su corazón si le venía con gana. En una palabra yo quería divertir al pequeño Jesús.


¡Qué lección! ¡Tantas veces creemos que nuestras misiones son tan grandes y tan importantes! ¡Qué lindo y a la vez qué difícil, sería poder llegar a pedirle a Dios que nuestra vida simplemente “le divierta”, que pudiéramos ser para el Señor y para nuestros hermanos eso: una recreación, un descanso!


Esta imagen de la pelotita sin valor la hemos visto seguramente en las familias con niños. El hijo que juega con la pelotita, que la posee, la abraza en una especie de amistad muy íntima con ella. Un día llega papá o la mamá con el tren eléctrico y de golpe la pelota es olvidada, va a parar al patio y el tren eléctrico se torna fascinante. El niño pasa dos o tres días idílicos  y de repente “chau trencito”, o porque se le rompió la cuerda, o porque lo pisó sin darse cuenta y quedó destartalado. El juguete fino seduce, fascina, pero dura poco. Y entonces, perdido el encanto, el niño vuelve al patio, vuelve a buscar la humilde pelotita, y la abraza; y tal vez la volverá a dejar para de nuevo volver a agarrarla, y hacerla suya.


Esto pide Teresita, y siente que Dios aceptó su pedido. Hablando de su prueba en Roma, al pedir entrar al Carmelo dirá: 


Él había escuchado mi oración. En Roma Jesús agujereó su juguetito. Quería ver lo que había dentro y después de haberlo visto, satisfecho de su descubrimiento, dejó caer al suelo su pelotita y se quedó dormido.


Toma la imagen del Evangelio de Marcos en la que Jesús se quedó dormido en la barca. Y Teresita sigue como imaginando:


Qué hizo Él mientras dormía dulcemente y qué fue de la pelotita abandonada? Jesús soñó que seguía divirtiéndose con su juguete, dejándolo y tomándolo alternativamente; y luego soñó que después de echarlo a rodar muy lejos lo estrechaba contra su corazón para evitar que se alejara de su manita.


Aún en la experiencia del abandono, Teresita imagina al Señor soñando con esta pelotita que ha quedado abandonada. Escribe a su hermana: … ya comprenderás, madre mía querida, qué triste se sentiría al verse tirada por el suelo, sin embargo no cesé de esperar contra toda esperanza…

 

Ser la pelotita en manos del Señor es saber que a veces iremos a parar al rinconcito, pero que el Señor nunca se olvida. Ser en ésta vida ese barco que lleva por nombre “Abandono” es esperarlo todo de Él. Siempre lo contrasto con aquella imagen del Titanic en cuya  quilla dicen que escribieron aquella leyenda “A éste barco, ni Dios lo puede hundir”. Así le fue. Esta es la experiencia de Teresita, la de ser el barquito del abandono en un mar difícil, donde quién conduce el barco, aunque aparentemente vaya dormido, esta velando, y no defrauda. 

  

Fuente: Extractos tomados de “Teresa de Lisieux, la mimada, la misionada, la doctora”, Ángel Rossi S.J. , Editorial Bonum

 

Oleada Joven