Cada 4 de Julio celebramos al joven beato Pier Giorgio Frassati (Turín, 6 de abril de 1901 – Turín, 4 de julio de 1925), un joven laico, que entregó su vida a los más necesitados. Fue beatificado por el papa San Juan Pablo II el 20 de Mayo de 1990 y su vida despierta devoción en miles de jóvenes en todo el mundo.
Realizó sus estudios de nivel primario en un colegio jesuita. A temprana edad creció en una fuerte vida espiritual unido a la Eucaristía, que recibía con frecuencia diaria, y a la Virgen María, dedicando todos los días unos minutos para rezar el Rosario.
A los 17 años de edad, en 1918, ingresó en la Sociedad de San Vicente de Paul, dedicando la mayor parte de su tiempo al servicio de los enfermos y los más necesitados, cuidando a los huérfanos. Al ingresar en esta sociedad donó una gran cantidad de dinero, destinada a la atención de los más pobres.
En 1919 se asoció a la Federación de Estudiantes Católicos y a la Acción Católica. Oponiéndose a las ideas políticas de su padre llegó a ser miembro activo del Partido Popular que promovió las enseñanzas de la Iglesia Católica basadas en los principios de la “Rerum Novarum” (primera encíclica social de la Iglesia Católica, promulgada por el papa León XIII).
En 1922, ingresó en la rama laical de los dominicos. Tras un año de iniciación, realiza sus votos como laico dominico en mayo de 1923.
Fue un gran montañista, escaló los Alpes y el Valle de Aosta. Solía ir al teatro, a la ópera y a los museos; amaba el arte y la música.
Decidió estudiar Ingeniería en Minas, para poder “servir mejor a Cristo entre los mineros más pobres”, como dijo a un amigo.
Sin lugar a dudas, podemos observar como la primera y urgente preocupación de Pier Giorgio fueron lo más pobres, los tenía muy presente en su corazón, sus decisiones y opciones de vida siempre estuvieron relacionadas en beneficio de los más necesitados. A su hermana Luciana le dijo: “Ayudar a los necesitados es ayudar a Jesús”. Los pobres y sus sufrimientos eran los dueños de su corazón y él fue para ellos un verdadero servidor. Esta opción por vivir la caridad no era sólo para él entregar algo a los demás sino entregarse él mismo por entero, no solo compartía sus bienes con los más necesitados, compartía su tiempo con ellos, ofrecía gestos de cariño y minutos de conversación, se convertía en un amigo de los más pobres y enfermos. Solía sacrificar sus vacaciones en la casa de verano de los Frassati en Pollone afirmando: “si todos se van de Turín ¿quién se encargará de los pobres?”.
Quizás, nos pueden surgir algunas preguntas: ¿Cómo se despertó en su corazón el deseo de servir a los más pobres? ¿Qué lo motivaba o alentaba a entregar su tiempo a los más pobres? Me animo a afirmar que tres fueron los pilares básicos que lo llevaron a vivir la caridad: La comunión diaria con Cristo-Eucaristía, la oración y devoción a la Virgen María y la meditación del himno de la Caridad de San Pablo (1° Corintios, 13), que realizaba por las noches.
Pier Giorgio enfermó de poliomielitis, enfermedad que, según los médicos, se dio por contagio de los enfermos que atendía. Falleció tras seis días de terribles sufrimientos, el 4 de julio de 1925, a los 24 años de edad. Su última preocupación fueron los pobres. En la víspera de su muerte, con una mano paralizada, escribió un recordatorio para un amigo, encomendándole las inyecciones de Converso, un pobre que él atendía.
En su funeral se hicieron presentes muchas personas que su familia no conocía y que lloraban sin consuelo, eran los pobres y necesitados que él había atendido. Muchos de ellos quedaron sorprendidos al enterarse de que el joven que conocían pertenecía a una familia tan pudiente y viéndolo tan amado por muchos, sus padres comprendieron a quienes había dedicado tanto tiempo de su vida. Había dedicado su vida a ser un amigo de los pobres.
A continuación, un fragmento de la Homilía de San Juan Pablo II en la beatificación de Pier Giorgio Frassati:
“La celebración de hoy nos invita a todos a acoger el mensaje que Pier Giorgio Frassati transmitió a los hombres de nuestro tiempo, sobre todo a vosotros, jóvenes, deseosos de ofrecer una contribución concreta de renovación espiritual al mundo nuestro, que tal vez parece alejarse y languidecer por falta de ideales. Él proclama, con su ejemplo, que es “dichosa” la vida llevada en el Espíritu de Cristo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que sólo el que se hace “hombre de las Bienaventuranzas” consigue comunicar a los hermanos el amor y la paz. Él afirma que vale la pena sacrificarlo todo por servir al Señor. Da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor.” (20 de Mayo de 1990)
El papa San Juan Pablo II también mencionó a Pier Giorgio Frassati en el mensaje para el Jubileo internacional de los deportistas (1984, antes de su beatificación):
“Tenéis modelos donde inspiraros. Pienso, por ejemplo, en Pier Giorgio Frassati, que fue un joven moderno, abierto a los valores del deporte. Él escribía así: “Con la caridad se siembra en los hombres la paz, pero no la paz del mundo, sino la verdadera paz que sólo nos puede dar la fe de Cristo, hermanándonos”. Os dejo como programa estas palabras suyas, juntamente con su amistad espiritual, a fin de que en todo lugar de la tierra seáis también vosotros portadores de la verdadera paz de Cristo.” (12 de Abril de 1984)
Pier Giorgio Frassati nos enseña que la santidad es posible en la vida cotidiana viviendo el amor a Dios y al prójimo, preferencialmente con los hermanos más pobres.
Oh Santísima Trinidad, tú que eres la mayor expresión de Amor, te pedimos que imitando el ejemplo de Pier Giorgio Frassati, vivamos día a día la Caridad con nuestros hermanos, especialmente con los más necesitados. Te rogamos que nos des un corazón atento y generoso para atender las necesidades de los demás, compartiendo nuestros bienes materiales y espirituales.
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¡Alabado sea Jesucristo!
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Fuente biográfica: Agrupación Pier Giorgio Frassati
Ilustración: Lio Camargo