17/01/2019 – Lo difícil de tomar una decisión, es que siempre supone renunciar a otras cosas. San Ignacio dice que en el discernimiento, no elegimos entre lo bueno y lo malo (ahí decidir sería sencillo), sino entre lo bueno y lo mejor.
Juli, oriunda de Villa María, soñaba con su viaje de egresados compartido con sus compañeros del secundario. Pero otro sueño comenzó a ganar más lugar en su corazón. Tomada la decisión, no dudó. Comenzó a trabajar y ahorró hasta el último centavo para hoy poder estar en Panamá para participar de la Jornada Mundial de la Juventud.
Soy Juli, tengo 17 años y hace un año y medio que espero la JMJ Panamá 2019. Mi interés empezó gracias a Meli, mi hermana mayor, que después de haber vivido la JMJ de Brasil, se puso en marcha para estar en la JMJ Cracovia 2016 cambiando su viaje de egresados y trabajando mucho. Ella, con su esfuerzo, su testimonio y su experiencia me fue marcando y cada vez tenía más ganas de vivir algo así. Cuando llego el momento de pensar en Bariloche, el viaje de egresados me entusiasmaba, con mis amigas hablábamos de eso todo el tiempo y soñábamos estar ahí. Un día Meli me dijo “¿no queres dejar Bariloche y que vayamos a Panamá juntas?”, esa pregunta quedo haciéndome ruido en la cabeza… Al principio fue difícil, no sabía qué prefería, qué pensarían mis amigos, y cómo iba a juntar la plata que me faltaba para llegar a Panamá. De a poquito Bariloche fue quedando en segundo plano y cada vez más la JMJ se ganaba mi interés, casi sin darme cuenta ya me había decidido. Pero todavía faltaba un tema: tenía que ahorrar mucho para poder llegar. En eso, acá en Córdoba, se abren las inscripciones para el Programa Primer Paso, que se realiza a través de un sorteo en el que si salís beneficiado trabajas por un año. Después de pensarlo mucho y hablar mucho con mi familia decidí inscribirme y salí sorteada (se ve que Dios iba acomodando todo). Me costó mucho contarles a mis amigos. Cuando decidí decirles no me entendieron, pero con el tiempo fueron aflojando. Igualmente, siempre hubo algunos que me apoyaban y otros (podría decir que la mayoría) que me tiraban abajo o intentaban convencerme de que no lo hiciera. Cada tanto me hacían dudar, pero seguí firme. Trabaje los últimos meses de 2017 y todo el 2018, al mismo tiempo que cursaba mi último año del secundario. Fue un año pesado, siempre corriendo con el tiempo, por unos meses tuve que dejar de entrenar con mi equipo de handball, el tiempo libre tenía que usarlo para estudiar, el colegio y el trabajo me agotaban. Gracias a Dios me tocó trabajar en un lugar donde me contuvieron mucho, siempre me ayudaron, y mi familia fue un sostén gigante. Hoy ya estoy en los últimos días antes de irme, realmente feliz de mi decisión y del año tan fructífero que tuve. Fue duro, me costó, pero si tuviese que volver a elegir, lo haría igual. Pensar en estar con miles de jóvenes de todo el mundo me renueva el compromiso con esta Iglesia que amo, saber que todos vamos congregados por un mismo Dios que nos invita y nos envía, me llena de emoción, ¡Estoy esperando realmente ansiosa la JMJ y ya esperando la próxima! Animo a todos los jóvenes a que se pongan en marcha para la próxima, con esfuerzo se llega y estoy segura de que vale la pena.
Soy Juli, tengo 17 años y hace un año y medio que espero la JMJ Panamá 2019. Mi interés empezó gracias a Meli, mi hermana mayor, que después de haber vivido la JMJ de Brasil, se puso en marcha para estar en la JMJ Cracovia 2016 cambiando su viaje de egresados y trabajando mucho. Ella, con su esfuerzo, su testimonio y su experiencia me fue marcando y cada vez tenía más ganas de vivir algo así.
Cuando llego el momento de pensar en Bariloche, el viaje de egresados me entusiasmaba, con mis amigas hablábamos de eso todo el tiempo y soñábamos estar ahí. Un día Meli me dijo “¿no queres dejar Bariloche y que vayamos a Panamá juntas?”, esa pregunta quedo haciéndome ruido en la cabeza… Al principio fue difícil, no sabía qué prefería, qué pensarían mis amigos, y cómo iba a juntar la plata que me faltaba para llegar a Panamá.
De a poquito Bariloche fue quedando en segundo plano y cada vez más la JMJ se ganaba mi interés, casi sin darme cuenta ya me había decidido. Pero todavía faltaba un tema: tenía que ahorrar mucho para poder llegar. En eso, acá en Córdoba, se abren las inscripciones para el Programa Primer Paso, que se realiza a través de un sorteo en el que si salís beneficiado trabajas por un año. Después de pensarlo mucho y hablar mucho con mi familia decidí inscribirme y salí sorteada (se ve que Dios iba acomodando todo).
Me costó mucho contarles a mis amigos. Cuando decidí decirles no me entendieron, pero con el tiempo fueron aflojando. Igualmente, siempre hubo algunos que me apoyaban y otros (podría decir que la mayoría) que me tiraban abajo o intentaban convencerme de que no lo hiciera. Cada tanto me hacían dudar, pero seguí firme.
Trabaje los últimos meses de 2017 y todo el 2018, al mismo tiempo que cursaba mi último año del secundario. Fue un año pesado, siempre corriendo con el tiempo, por unos meses tuve que dejar de entrenar con mi equipo de handball, el tiempo libre tenía que usarlo para estudiar, el colegio y el trabajo me agotaban. Gracias a Dios me tocó trabajar en un lugar donde me contuvieron mucho, siempre me ayudaron, y mi familia fue un sostén gigante.
Hoy ya estoy en los últimos días antes de irme, realmente feliz de mi decisión y del año tan fructífero que tuve. Fue duro, me costó, pero si tuviese que volver a elegir, lo haría igual. Pensar en estar con miles de jóvenes de todo el mundo me renueva el compromiso con esta Iglesia que amo, saber que todos vamos congregados por un mismo Dios que nos invita y nos envía, me llena de emoción, ¡Estoy esperando realmente ansiosa la JMJ y ya esperando la próxima! Animo a todos los jóvenes a que se pongan en marcha para la próxima, con esfuerzo se llega y estoy segura de que vale la pena.