Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?»
Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto».
Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César».
Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios»
Palabra del Señor
P. Sebastián García sacerdote del Sagrado Corazón de Betharram
Quizás la frase que más resuene porque es la más conocida y más popular es la que dice Jesús como respuesta a la trampa que le ponen los herodianos: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Cristianos y no cristianos la solemos usar muy a menudo. Pero creo que equivocamos el sentido verdadero que encierra en sí la frase y que el mismo Jesús le quiere dar. A menudo usamos la frase para separar tantos y aguas: esto es esto y aquello es aquello. Una cosa es lo del César y otra lo de Dios. Y profundizamos: una cosa es la vida y otras es la fe; una cosa es la vida social, política y económica y otra es la religión.
Decimos esto para no querer mezclar los tantos. Pareciera que hay que separar tantos. Incluso se corre el peligro de extremarlo: una cosa es el mundo y otra cosa es Dios, como si los dos no tuviesen nada que ver el uno con el otro.
El sentido de la frase de Jesús, que aún hoy nos puede resultar enigmático creo que tiene que ver no con separar órdenes sino más bien con integrarlos. ¿Está bien pagar impuestos? ¡Claro que sí! ¿Es necesario venir los domingos a misa a compartir la fe? ¡Claro que sí! Pero ambas cosas no están en contradicción directa sino en plena integración. Un buen cristiano, paga impuestos, va a misa y por sobre todas las cosas, ama a sus hermanos más pobres.
Usar la frase de Jesús como excusa sea para evadir impuestos, sea para no meterse en la vida social, política y económica es enfermizo. Es una esquizofrenia funcional, donde fe y vida no tienen nada que ver. Soy uno de lunes a viernes y sábados y domingos soy otro en la parroquia, en el movimiento, en la comunidad. Vivo de una determinada manera de lunes a viernes y de otra completamente distinta los fines de semana. “Soporto” la semana y “descanso” de mi vida sábado y domingo. Donde incluso puedo llegar a ser la persona más solidaria y comprometida que haya en el mundo y realizar grandes obras misioneras y de caridad. Casi como si me dividiera en dos: soy uno en la vida común de todos los días y soy otro en la “vida de Iglesia”.
Por eso creo profundamente que la frase de Jesús es una frase muy jugada y que no elude en ningún momento la realidad y está lejos de negarla. Al decir “al César lo del César y a Dios lo de Dios”, claramente Jesús determina que ambas realidades tienen que ver una con la otra y que en definitiva una se subordina a la otra: el César a Dios. Esto quiere decir que el cristiano, discípulo misionero de no tiene “dos vidas”: tiene una sola. Y su vida de todos los días es su vida religiosa. Dios está en todo lo que hace. Más aún en el pagar impuestos. Toda la vida estalla de Dios. Y todo Dios estalla de mi vida. Es por eso que un discípulo de Jesús no le escapa a la realidad, no le escapa al mundo de la política, lo social y la economía. No le tiene miedo a esas cosas. Las asume como parte de su vida y las impregna de su fe. No vive con esquizofrenia. Vive con naturalidad, metiéndose en el barro de la historia, para descubrir allí a Jesucristo y también allí anunciarlo. En el corazón del mundo, el Corazón de Jesús. Bien adentro. Nunca afuera del mundo.
Seamos cristianos en serio porque asumimos la tarea de seguir y anunciar a Jesús en la realidad del día a día de todos los días. Embarrándonos y jugándonos la vida en las realidades donde otros no quieran ir o donde otros no se quieran meter. Que allí haya Iglesia porque uno de nosotros es coherente y vive su fe.
Que tengas un hermoso domingo lleno de la Pascua de Jesús.