Evangelio según San Juan 8,51-59

miércoles, 16 de marzo de
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Jesús dijo a los judíos: “Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás”. Los judíos le dijeron: “Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: ‘El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás’.

 

¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”.

 

Jesús respondió: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman ‘nuestro Dios’, y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: ‘No lo conozco’, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.

 

Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría”. Los judíos le dijeron: “Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?”. Jesús respondió: “Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”. Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

 

Palabra de Dios

 

 


P. Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán.

 

 

 

En el evangelio de hoy nos encontramos con una frase de Jesús, que tiene gran contundencia, que encontramos al principio y dice así: “el que es fiel a mi palabra no morirá jamás” ¡Qué lindas palabras de Jesús! Porque de alguna manera nos hacen pensar en un lenguaje muy espiritual de que la muerte no puede tener la última palabra. Esto es lo que no entienden los judíos, con los que viene dialogando y nosotros leemos el evangelio de todos los días en las últimas semanas:  un Jesús que se muestra superior Abraham a Moisés,  a la Ley -que no la vine a abolir sino que viene a dar cumplimiento- y que vine a traer libertad por sobre todas las cosas. Libertad fundamentalmente del mero cumplimiento y del formalismo externo y rígido del cumplimiento de la Ley. Y los judíos no lo entienden. El creer que la vida no termina, el creer que uno no morirá jamás es también que ver que la vida no se puede matar. Es una convicción que nosotros los cristianos tenemos que tener siempre muy presente.


Jesús cuando dicen que nadie morirá jamás, especialmente lo que escuchan su palabra, nos da a entender que nosotros tenemos que vivir esa convicción de que la vida no termina y que esta vida -por más vuelta que debemos y por más que intento que hagan otros- no se puede matar. La reacción de los judíos va a ser terriblemente violenta: van a agarrar piedras para matarlo. Ya el lenguaje de Jesús los hartó. Ya no lo aguantan más. Ya no pueden seguir soportando una religión de libertad que no esclavice sino que lo que proponga es que el hombre se convierta y viva. Que el hombre pueda tratar a Dios como un amigo y que ese amigo es alguien accesible a quien yo le puedo hablar es el Abbá, el papá bueno de Jesús con el que se puede entrar perfectamente en oración.


De esta manera Jesús nos anuncia que una manera de vivir que tenemos los cristianos y principalmente tenemos que hacer uso porque nuestro derecho es vivir el profetismo. Jesús no se calló nunca las grandes verdades que le escucha al padre y defino justamente a repetir para que todos nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia. Ahora cuando uno habla de profetismo, habla  fundamentalmente de dos cosas: de anunciar y denunciar.  ¿Anunciar qué cosa? Anunciar principalmente y por sobre todas las cosas, no sólo con palabras sino fundamentalmente con hechos que Dios ama y ama a todos los hombres. Es una tentación muy nuestra muchas veces pensar que Dios ama algunos, o que ama algunos más que a otros, y de esa manera no sólo sacamos conclusiones rápidas, ¿no?:  Dios escucha más alguno que a otro, Dios privilegia algunos más que otros, Dios le presta de alguna manera atención más a los que se acercan a él que lo que están lejos… ¡Esto es mentira! Dios ama entrañablemente a todos los hombres.  Incluso a los que no creen en Él. Incluso a los que lo van a negar. El amor que Dios tiene por nosotros es un amor incondicional que no va a pasar nunca de época y que nada en el mundo nos va a poder separar de Él.


¿Qué es lo que tenemos que denunciar con nuestro profetismo? Lo que amenaza  la vida; que es la marginación, que es la pobreza, que es la persecución por ser cristianos o por manifestar algún tipo de credo religioso, qué es la discriminación y hacerte sentir distinto y perseguirte por eso, que es la generación de marginalidad es un Sistema que vomita en vértigo y vorágine cada vez más “sobrantes” -en lenguaje de papa Francisco-.  Nosotros hoy por hoy necesitamos una Iglesia profética. Profética porque denuncia todo aquello que no va conforme al Plan de Dios ya sé que no podamos amarnos como hermanos.  Y una iglesia profética que anuncia que Dios no se puede privatizar, que Dios es para todos y para todas y que nadie se quede afuera del Corazón de Jesús que ama a todos con un amor entrañable.


¿Quién es el gran enemigo de todo esto?  El temor, el miedo. No le demos espacio. Vayamos más allá. Seamos audaces y con esta audacia vivamos el profetismo de sin miedo, sabiendo que por más esfuerzo que puedan hacer los otros nuestra vida no se puede matar. Y que efectivamente algún día todos vamos a morir, y vamos a dejar esta existencia terrena, pero que creemos que lo que nos espera es algo mejor y que en definitiva es a la vocación última: el Reino, la fraternidad universal a la que todos nosotros estamos llamados.


Queridos jóvenes: vivamos sin temor a denunciar aquellas situaciones de muerte que amenazan la vida especialmente la de los más pobres, la de los más pequeños y la de los más marginados.  Jesús vence a la muerte. Y Jesús vence la muerte, decime¿ de qué vamos a tener miedo..?


Hermano y hermana te mando un abrazo muy grande de Corazón de Jesús y será hasta el próximo Evangelio.

 

 

Fuente: Radio María Argentina

 

Radio Maria Argentina