Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23

miércoles, 7 de septiembre de
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Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: 

Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. 

 

Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. 
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; 
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. 

 

Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. 

 

Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. 

 

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; 
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. 

 

Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;  Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. 

 

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. 

 

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 

 

José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. 

 

Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. 

 

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. 

 

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:  La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”. 

 

Palabra de Dios

 


 

P.Sebastían García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharrám

 

Celebramos hoy en la Iglesia la fiesta de la Natividad de la Virgen María, que también es en el Hemisferio Sur el día de la Vida Consagrada.  Así que a todos los consagrados y consagradas, ¡un muy feliz día! 

 

El evangelio de hoy que nos regala en la liturgia una dimensión muy profunda de nuestra fe que no tenemos que abandonar nunca, que va de la mano de también en la Virgen María y en San José. Lo que no le podemos decir es lo siguiente: María esa que dice aquella que recibe el Anuncio del Ángel de que va a ser la madre del Salvador y que no duda un instante de que nuestro Dios es un Dios poderoso, capaz de hacer cosas increíbles. Y una de las cosas más increíbles e imposibles que va a ser Dios es justamente aquella que iba a dar el nombre a Jesús. 

 

Jesús significa en hebreo “Dios salva”. Y la Virgen es la encargada de ponerle ese nombre. “Jesús” Cada vez que yo repito ese nombre en definitiva lo que estoy haciendo es confirmando la fe en un Dios que no me abandona; que no me deja tirado al costado del camino; un Dios que se juega entero por mí y por amor es un Dios que viene a rescatarme de la oscuridad y de la tiniebla, de la penumbra del pecado. 

 

El pecado es todo aquello que hay en el fondo de nuestro corazón y que nos corrompe, que nos aleja. Que hace que la peor versión de nosotros mismos salga. El pecado es todo aquello que nos aleja de Dios, nos aleja de nuestra propia originalidad y en definitiva nos termina cerrando sobre nosotros mismos El pecado de aquello que nos hace hacer cada vez menos varones y mujeres. 

 

Y entonces Jesús viene a recordarnos eso con su nombre. Jesús viene a decirnos: “Yo soy tu Salvador”. Es lo primero que tenemos que decir al confesar nuestra fe: creemos que Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre, nuestro Señor y nuestro Salvador, es el único que tiene la capacidad de salvarnos del pecado, de hacer que nuestra vida sea verdad en servicio y en amor a aquellos que verdaderamente necesitan, que son pobres y que por tanto pasan necesidad y tiene necesidad de mí, de mi propia originalidad, de mis dones y de mis talentos.

 

Por eso de esta manera también se cumple la segunda parte de la lectura, que viene a ser el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento: le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: “Dios con nosotros” 

 

Que Jesús nos salve de nuestros pecados además implica que Jesús es Dios-con-nosotros. Esto es muy profundo y es muy dedicado a la hora de pensar también nuestra fe. Porque no somos un grupo de gente qué anda a la buena de Dios, caminando por la vida sin rumbo, sino que somos el Pueblo Nuevo de Dios, que es la Iglesia, que marcha por la historia, con un objetivo bien claro y en común que es el Reino Definitivo y quienes lo hacemos guiados de la mano del poder de Jesucristo que es nuestro Dios, nuestro Rey y nuestro Salvador.

 

Pero que no es un Dios que se lava las manos, no es un Dios que “le escapa al bulto”, no es un Dios que frente a la dificultad humana solamente hace silencio y mira desde arriba, desde el cielo Nuestro Dios es un Dios que está con cada uno de nosotros. Es un Dios que viene a habitar en el fondo de nuestro corazón. Es un Dios al cual todos los dolores, todas las alegrías y todas las situaciones de nuestra vida a él no le son indiferentes.

 

De alguna manera nosotros tenemos que confesar con nuestra vida esta fe. No importa qué mal hayamos pasado o qué persona nos haya defraudado en nuestra vida, no importa a qué miseria nosotros estemos atados, Dios no nos afloja. Dios nos hace el aguante. Dios nos tiene paciencia. Dios va a estar siempre. Y por eso entonces nace Jesús pobre entre los pobres. Y por eso Jesús está presente en todos los momentos de nuestra vida. Por eso Dios es Dios-con-nosotros, un Dios que se embarra, un Dios que se mancha, un Dios que oculta definitivamente su divinidad y que pasa desapercibido como uno de nosotros para acompañarnos en toda nuestra vida.

 

Qué lindo que en este día en que celebramos la Natividad de la Virgen podamos también nosotros hacer memoria de nuestra fe y pensar en este Dios que no nos abandona, de la misma manera que no abandonó a la Virgen María, ni abandonó nunca a ningún ser humano. Un Dios que está permanentemente con nosotros y que para buscarlo no hay que ser un genio, ni siquiera tampoco ser “totalmente santo” sino que hay que bucear un poco en el fondo del corazón para encontrarnos con él. Sabiendo que está en todas las circunstancias de nuestra vida, que está dándonos el aliento de su Espíritu Santo, apasionándonos por el bien y por la verdad, soñando permanentemente la capacidad de un mundo más humano, más fraterno y más solidario.

 

Hermano y hermana te deseo que tengas un muy lindo día y te mando un abrazo muy fuerte en el Corazón de Jesús.

 

 

Oleada Joven