Suelen decir en muchas ocaciones que el silencio puede no ser muy bueno debido a que en esos momentos nuestros pensamientos divagan, mayormente son innumerables las diferentes variedades de cuestiones que uno puede pensar al mismo tiempo. Recuerdos, errores, cosas que podriamos haber resuelto mejor, o tan solo cosas que quisiéramos que pasen.
Pero no siempre es así; el silencio a veces es necesario ya que no podemos “escuchar” entre tantas cosas. La rutina y una mente constantemente pensando no nos deja poder discernir y comprender ciertas cuestiones.
Hay momentos en los que uno necesita el silencio para poder encontrarse , para porder “escuchar” aquello que nos pasa, poder plantearse algunas cosas que no vienen funcionando o quizás para poder reconocer aquello que nos hace bien.
El silencio en este caso implicaría encontrar un momento lejos de las obligaciones, las rutinas, de todo aquelo que pueda ocupar nuestra concentración, sin redes sociales, ningún tipo de tecnología, lejos de todo lo que nos aferra a lo mundano.
En el silencio no solo podemos escucharnos y encontrarnos sino que también somos capaces de poder apreciar lo que los demás nos quieren decir.
El silencio tan amplio y tan básico a su vez. Silencio para poder escuchar dejando que los demás puedan expresarse y darle espacio a una escucha atenta; y el silencio para poder captar, procesar, masticar eso que escuchamos así como también darle lugar a que no solo sean palabras que entran por un oído y salen por el otro sino más bien, que de cada gesto de hacer silencio para escuchar, sea una oportunidad para poder recolectar, cosechar y guardar todo aquello que nos haga crecer o simplemente sea un silencio para que podamos aliviar al otro de poder expresarse y compartir lo que necesita.
Es tan solo una palabra pero conlleva mucho.
“Haz silencio que Jesús te quiere hablar bajito“…no desarrollo lo que implica esto sino que te invito a experimentar de lo que se trata. Hazlo y lo entenderás!!