El 17 de julio del 2019 celebramos por primera vez a los Beatos Mártires Riojanos, testimonio de santidad comunitaria. Entre los cuatro beatos estaba Fray Carlos de Dios Murias, un joven fraile conventual, que fue asesinado a los 30 años. Su vida y testimonios tiene mucho para enriquecer las nuestras.
Carlos Murias nació en la provincia de Córdoba, el 10 de octubre de 1945. Cursó la escuela superior en el Liceo Militar General Paz de Córdoba. Tras la secundaria, Carlos quiso estudiar veterinaria pero esa carrera no existía en Córdoba. Comenzó a cursar la carrera de ingeniería civil, pero al poco tiempo la abandonó y eligió ayudar en el campo a su padre. Luego regresó a la ciudad de Córdoba y comenzó a frecuentar la parroquia Cristo Obrero, donde conoció a Monseñor Angelelli. Unos años después se vinculó con la Orden de Frailes Menores Conventuales y en Abril de 1966 ingresó en el noviciado, con 20 años de edad. Algunos de sus compañeros lo recuerdan como un joven de corazón inquieto y destacan su pasión por la justicia y sus convicciones muy arraigadas, esto lo llevó a tener algunas discusiones acaloradas con sus hermanos. También lo recuerdan como un joven alegre que animaba distintos encuentros tocando la guitarra.
El 17 de diciembre de 1972 fue ordenado sacerdote en Buenos Aires por el obispo Enrique Angelelli. Carlos pidió ser ordenado por el obispo de la diócesis de La Rioja a quien conocía desde la adolescencia, por su opción preferencial por los pobres y por su servicio pastoral cercano a los obreros.
En varias oportunidades, Fr. Carlos, solicito a sus superiores ser enviado a la diócesis de La Rioja. Su deseo se concretó, y desde Marzo hasta Julio del año 1975, visitó la comunidad de Chamical, en vistas a establecer una comunidad de la Orden de los Frailes Menores Conventuales. El 12 de Junio de ese año, Fr. Carlos le escribió una carta a Fr. Jorge Mohamed, diciéndole: “La gente es macanuda y está contenta conmigo, están ya rezando para que me quede y abramos una fraternidad, ojalá se pudiera concretar. Seria abrir una ventana a la vida para la Orden”.
En el año 1976 fue destinado de manera estable al servicio pastoral a la diócesis de La Rioja donde Mons. Angelelli lo nombró vicario cooperador de la parroquia “El Salvador” de Chamical, junto con el presbítero francés Gabriel Longueville, que había llegado a esta comunidad en el año 1971.
Algunos testimonios aseguran que Fr. Carlos recorrió las comunidades más alejadas de la parroquia, dedicando una atención preferencial a los más pobres, también se lo recuerda muy cercano y dedicado a los jóvenes. En sus homilías denunciaba distintas situaciones de injusticia que se vivían en Chamical, como por ejemplo la situación de vida precaria de los campesinos, que recibían una mala paga por su labor.
Según su fisonomía parecía ser un hombre de perfil bajo y tímido pero sin embargo era un joven valiente y decidido por vivir las enseñanzas del Evangelio, hasta las últimas consecuencias, en tiempos difíciles como los que se vivieron en nuestro país. Durante la dictadura militar, Carlos siguió predicando con firmeza, denuncia con un gran fervor la injusticias de ese tiempo. Después de recibir algunas amenazas, en una homilía dijo: “Podrán callar la voz de este sacerdote. Podrán callar la voz del obispo, pero nunca podrán callar la voz del Evangelio”. También se recuerda que en otra homilía afirmó: “Más vale morir joven, habiendo hecho algo por Jesucristo y su Evangelio, que llegar a viejo sin haber hecho nada”. En esta misa estaba presente una autoridad de la base aérea militar de Chamical.
Fr. Carlos se presentaba como un joven sin miedo, cimentado en la Palabra de Dios y habla en defensa de un pueblo sufriente.
Un testigo que conoció a Carlos, afirmó: “Carlos tenía una lengua de fuego que encendía los corazones de los demás en el nombre de Dios”.
Otros testimonios afirmaron: “Fr. Carlos predicaba con firmeza la justicia, en esos años de la dictadura militar” (Felisa de Leguizamón).
“Sus homilías eran fuertes, no tenía miedo, decía la verdad como Cristo frente a los demás” (Florentina Torres)
Durante la noche del 18 de julio de 1976, Fr. Carlos y el P. Gabriel estaban cenando en la casa de las hermanas religiosas de San José, cuando en dicho lugar se apersonaron unos desconocidos, portando credenciales y diciendo pertenecer a la Policía Federal. Pidieron al Fr. Carlos que lo acompañara hasta la ciudad de La Rioja con el pretexto de declarar a favor de unos detenidos de Chamical. El P. Gabriel no quiso dejarlo ir solo y le dijo “Voy con vos”. Sin embargo, no se dirigieron a la ciudad capital, fueron llevados por la Ruta 38 a 8 km de Chamical, donde los torturaron y luego los acribillaron. Sus cuerpos fueron encontrados por obreros ferroviarios dos días después, a la vera de las vías del tren. Fr .Carlos tenía 30 años y el P. Gabriel tenía 45 años cuando fueron asesinados.
En la persona de Fr. Carlos de Dios Murias encontramos un joven que se caracterizó por una inquietante búsqueda personal que lo llevó a tomar decisiones con firmeza, un joven que fue dócil a la voluntad de Dios y respondió con seguridad a su llamada. También descubrimos un joven apasionado que se entregó por completo a la vocación y misión encomendada por Dios, un joven con mucha garra para ir hacia adelante. Cabe destacar su valentía al jugarse por los más pobres, levantaba su voz con fuerza y sin miedo, en defensa de los marginados. Carlos vivió su juventud con mucho entusiasmo y con coraje, hasta las últimas consecuencias, no se achicó antes las adversidades, confiando en Cristo, a quien anunciaba a los cuatro vientos.
Queridos amigos, la vida de Fr. Carlos nos interpela y nos invita a vivir una vida cristiana con valentía, con fortaleza, sin miedo y sin desperdiciar los años de nuestra juventud, entregándonos día a día, a los más pobres y necesitados.
Señor, te pedimos por intercesión de Fr. Carlos de Dios Murias, que nos colmes de fuerza y valentía para anunciar tu nombre sin miedo.
*Ilustracion: Lio Camargo
Los mártires riojanos: el rostro comunitario (y juvenil) de la santidad