Santidad: transfigurados en el mundo

viernes, 25 de octubre de
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Desde que era gurí (niño) me ha llamado la atención la vida de los santos, y por mucho tiempo creí que se trataba de una perfección inalcanzable,  de personas que habían hecho milagros en vida y que por lo tanto, habían llegado a “otro cielo” del que yo estaba llamado. Era una fe de niño.

Con el tiempo, el Espíritu me fue conduciendo por un camino de gracia en el que fui descubriendo que la santidad era otra cosa. En primer lugar, como dijo Benedicto XVI en 2011, no era hacer cosas extraordinarias. ¿Cómo, no se trataba de hacer milagros?. “¡No!”, me dije a mí mismo. Los milagros son de Dios, lo único que hicieron estas personas fue reflejar la imagen de Dios, Jesucristo, acá en la tierra. La santidad se trata de configurarnos a imagen de Cristo, rostro del amor y la misericordia del Padre. “Es vivir plenamente la caridad”, como dijo Benedicto y vivir en plenitud la condición de bautizados. Todos estamos llamados a ser santos: “Bendito sea Dios, que nos ha elegido en Cristo, para que fuéramos santos e irreprochables ante él, por el amor” (Ef. 1, 4).

¡Santos amigos!

A su vez, el Espíritu hizo que me encuentre con tres personajes, tres santos que en mi vida espiritual son clave: Pbro. Luis M. Etcheverry Boneo (siervo de Dios), el beato Pier Giorgio Frassati y el venerable Carlo Acutis. Los tres vivieron la vida terrenal mirando “hacia lo alto”.

Etcheverry Boneo decía que había que construir la Tierra mirando al Cielo. Esa es la vida del santo. Es “santificarse santificando”, haciendo de la vida terrena imagen de la vida celeste, de la plenitud, construir el Reino y comenzar a vivirlo, pero, sobre todo, hacer que nadie se quede sin conocer este mensaje de esperanza.

Muchos amigos de Carlo, un joven que vivió desde pequeño una relación de intimidad con Jesús, dicen que él tenía un “kit de santidad”, como una mochila con las herramientas que se necesitan para logar esta configuración de nuestro corazón con el corazón de Cristo Jesús. Esta mochila lleva: la Misa, la comunión, el Rosario, la confesión, la oración y el servicio a los hermanos.

Es una gracia muy grande para nosotros que tengamos tantos santos de lo cotidiano, tantos ejemplos de personas que hicieron de sus vidas canal de gracia para que Cristo se manifieste a los hombres a través de su Santo Espíritu.

Una aventura

De esto se trata entonces. Y con el tiempo fui descubriendo que no era tan fácil, ¡es una verdadera aventura! Pero, un santazo ya lo dejó claro: “la aventura de la Santidad comienza con un ‘sí’ a Dios” (San Juan Pablo II).

La aventura no es camino facil, es en subida hacia lo alto, es sinuoso y a veces se hace pesado, pero es tomar conciencia de que subimos al Tabor, a encontrarnos con Cristo Transfigurado y que a medida que nos vamos acercando, vamos transfigurándonos como él y con él, y así dando gracia y paz a los santos del mundo.

Te invito a que te sumes a la aventura, ¡transformemos el mundo!, seamos otros Cristos y rezá: ¡Haceme santo, ayudame a darlo todo!

Pablo, a los tesalonicenses (y a nosotros), nos dice: “que él fortalezca sus corazones en la santidad, y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre… Dios, en efecto, nos llamó a la santidad”.