Permanecer bajo las circunstancias, rezando detrás de los dramas. Caminar hacia Dios en este desierto de cuarenta días en pandemia es la meta; no llegar sin nada.
Dios no quiere rosarios colgando, crucifijos de adorno, cuadros pintados. Quiere gestos, palabras, miradas cómplices donde los otros se sientan amados.
El Señor se ofrece en un tiempo distinto y quiere una oración distinta, un ayuno distinto. Quiere un ofrecimiento sin lema, algo simple sin careta. Nos abraza al corazón sin protocolo. Nos llama a la distancia. Se conecta. Nos acompaña.
Amar, leer, rezar nos permitirá volver para anunciar.
Llorar, sanar, confiar. Eso es vida espiritual sin etiquetas.