“Ojalá todos los niños sean felices”

viernes, 19 de agosto de 2016
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19/08/2016 – En la red social Facebook, Monseñor Jorge Lozano compartió una reflexión que tiene como centro a los niños y que acercamos a continuación:

 

 

Ojalá todos los niños sean felices

El próximo domingo 21 se festeja en nuestro país el día del niño. Hace tiempo que vengo masticando algunas ideas sobre los más chiquitos del reino y las quiero compartir con ustedes.

La niñez es una etapa importante de la vida. Tanto es así que algunas experiencias marcan huellas que perduran. Los niños necesitan mucho, principalmente de su propia familia, pero también de la escuela, los amigos, la sociedad.

Desde que comienza a crecer en el vientre materno precisa que la mamá cuide su salud, se alimente bien, le cante y exprese su cariño. Hubo varios estudios que analizan la psicología prenatal, y muestran la importancia de estos cuidados.

Los niños no son todo futuro. También son tiempo presente. Requieren del afecto y el estímulo de su mamá y papá, aliento ante los fracasos, evitando ser sobreprotectores (supuestamente “para que no sufra”) o abandónicos (“que se arregle”). Hace falta tenderles los brazos para que aprendan a caminar, no dramatizar los golpes cuando empiezan a andar en bicicleta; leerles historias que les ayuden a desarrollar la imaginación.

Cómo quedan grabadas en la memoria las noches que son acompañadas por las lecturas de un cuento, un momento de oración y bendición en la frente. Permitime dejar de lado a los pequeños por un momento, y poner la mirada y el corazón en su mamá y papá. Muchos niños nacen en contexto de gran vulnerabilidad, en el cual sus padres no han terminado la escuela y no saben leer. ¡Qué importante es alentarles a dar pasos hacia la alfabetización! Me contaba un docente que se dedica a alfabetización de jóvenes y adultos acerca de la emoción de una mamá la primera vez que le pudo leer un cuento entero a sus hijos, y la felicidad de ellos.

Pero volvamos a los niños. Deben tener siempre nutrición y cariño, ambos son fundamentales para un desarrollo adecuado. El cariño se manifiesta en las caricias, la mirada, el juego, cantar con ellos haciendo mímica.

Ayudarles a incorporar límites es muy valioso para apoyar su autoestima de modo adecuado. Es vital evitar dos extremos: mortificarlos con expresiones como “¡sos un inútil!”, “¡no aprendés más!”, “sos un burro”, así como engañarlos con un mundo inexistente en el cual son siempre ganadores.

Los abuelos pueden ayudar mucho si colaboran con los criterios educativos. Una vez escuché a una señora que decía: “a mis nietos yo los malcrío, para educarlos están los padres”. ¿A vos qué te parece?

En los primeros años incorporan valores fundamentales: decir la verdad y asumir las consecuencias, cuidar a los más débiles de la familia, aprender a escuchar y dialogar, valorar los esfuerzos y los procesos, ser responsable según sus posibilidades…

Es muy importante también generar y fortalecer vínculos comunitarios en el barrio, en el deporte, la escuela, la comunidad cristiana.
Debemos cambiar la expresión “siembra vientos y cosecharás tempestades”, por “siembra ternura y cosecharás felicidad”.

Algo que los papás intentan cuidar muchos son las amistades de los hijos. Y claro que es muy importante. Por eso deben introducirlos en la oración desde pequeños, aun antes de comenzar la catequesis. La amistad con Jesús es de lo mejor que nos puede pasar en la vida. Sabiendo de su amor inclaudicable, caminamos con seguridad.

En toda etapa de la vida es imperioso educarlos para el amor. En esto familia y escuela de modo coordinado pueden hacer mucho. ¡Cuántos de los problemas que se dan en la vida matrimonial arrancan en una falla en la infancia! Algunos jóvenes y adultos no saben dialogar, perdonar, comprender, porque no lo hicieron cuando niños. La mentalidad hedonista e individualista también se gesta o se previene en la infancia.

Para eso hace falta que papá y mamá digan ¡Presente! Que los docentes, los abuelos, la familia ampliada diga ¡Presente! La ausencia de los adultos va generando niños inseguros de sí mismos. No te borrés, no pegues el faltazo.

No quisiera terminar estas reflexiones sin mencionar el drama de la explotación laboral y sexual de niñas, niños y adolescentes; de quienes son abusados en su propia casa por familiares o vecinos, y son extorsionados emocionalmente. Custodiemos y estemos atentos. El modo en que cuidamos a los niños manifiesta el amor o el desprecio que tenemos por la vida.

Hace tiempo, hablando con una psiquiatra que trabaja en recuperación de adictos a las drogas, me decía que uno de los desafíos complicados consiste en intentar reconstruir o incorporar conductas o actitudes que los jóvenes no asimilaron de pequeños, como el orden, el respeto, la perseverancia en una tarea…

La falta de equidad en el principio de la vida arrastra desigualdad de oportunidades y realizaciones. Como si para tocar la guitarra tuviera dos cuerdas menos; o en el truco nunca accedés al as de espada, de basto, o los siete de espada y oro. Algunos siquiera al 3. De verdad que es difícil que tengan las mismas herramientas y posibilidades de desarrollo.

Por eso los consagrados, sacerdotes, catequistas, docentes que tenemos trato cotidiano con niños en nuestras comunidades, tenemos que dar gracias a Dios que nos confía un tesoro. Y debemos pedir la gracia de ser responsables con tanto don.

Mañana, 15 de agosto, celebramos la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Terminando el curso de su vida mortal fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Es el anticipo de nuestra felicidad eterna. A ella, nuestra Madre, pedimos por todos los niños.

También mañana tendremos el Encuentro Diocesano de Catequistas en Concepción del Uruguay. Doy gracias a Dios por su tarea irremplazable.