El Papa: Entre el polvo tóxico del mundo, las cenizas nos recuerdan quiénes somos

jueves, 6 de marzo de 2025

06/03/2025 – (Fuente: Vatican News) En la misa celebrada en la Basílica de Santa Sabina con motivo del inicio del camino penitencial, el Cardenal Penitenciario Angelo De Donatis leyó la homilía de Francisco: este período que nos redimensiona es una invitación a reavivar la esperanza. La celebración estuvo precedida por la procesión penitencial desde la iglesia de Sant’Anselmo all’Aventino.

«Acompaña con tu benevolencia, Padre misericordioso, los primeros pasos de nuestro camino penitencial, para que la observancia exterior corresponda a una profunda renovación del espíritu». La oración pronunciada por el cardenal Angelo De Donatis, Penitenciario Mayor y delegado del papa Francisco, marca el inicio de la liturgia estacionaria en la iglesia de Sant’Anselmo all’Aventino, seguida después por la procesión penitencial hasta la basílica de Santa Sabina. Aquí, con la celebración de la Misa y la imposición de las Cenizas, comienza el camino cuaresmal.

Unidos al Papa Francisco
Las letanías de los santos acompañan los pasos hacia la Basílica. Los monjes benedictinos de San Anselmo, los padres dominicos de Santa Sabina, obispos y cardenales junto con los fieles cruzan el umbral. El cardenal Angelo De Donatis pronunció la homilía por el Papa, hospitalizado en el Policlínico Gemelli desde el 14 de febrero, dirigiéndole un pensamiento.

Nos sentimos profundamente unidos a él en este momento y le agradecemos el ofrecimiento de su oración y de sus sufrimientos por el bien de toda la Iglesia y del mundo entero.

La experiencia de la fragilidad
Las palabras de Francisco se entrelazan con la fragilidad y la esperanza: palabras clave que acompañan el camino de la Cuaresma hacia la Pascua. En efecto, las cenizas nos recuerdan lo que somos, pero son también la esperanza de lo que seremos. El gesto de inclinar la cabeza para recibir las cenizas es una invitación a mirar dentro de nosotros mismos. «Las cenizas, en efecto, – recuerda el Papa nos ayudan a hacer memoria de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida. Somos polvo, del polvo hemos sido creados y al polvo volveremos. Y son tantos los momentos en los que, mirando nuestra vida personal o la realidad que nos rodea, nos damos cuenta de que la existencia del hombre “es tan sólo un soplo”».

Nos lo enseña sobre todo la experiencia de la fragilidad, que experimentamos en nuestros cansancios, en las debilidades que debemos afrontar, en los miedos que nos habitan, en los fracasos que nos queman por dentro, en la caducidad de nuestros sueños, en el constatar qué efímeras son las cosas que poseemos.

Polvos en suspensión y tóxicos
La enfermedad también nos hace experimentar fragilidades como la pobreza y el dolor «que a veces irrumpe de manera repentina sobre nosotros y sobre nuestras familias». Francisco advierte también de los «polvos en suspensión» que contaminan el mundo: «la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos».

Todo ello es como “polvo tóxico” que enturbia el aire de nuestro planeta, impidiendo la coexistencia pacífica, mientras crecen en nosotros cada día la incertidumbre y el miedo al futuro.

La muerte exorcizada
La fragilidad nos recuerda la muerte a menudo exorcizada, en la sociedad de las apariencias e incluso en el lenguaje, «pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas».

Así, a pesar de las máscaras que nos ponemos y de los artificios a menudo ingeniosamente creados para distraernos, las cenizas nos recuerdan quiénes somos. Esto nos ayuda. Nos remodela, atenúa la dureza de nuestros narcisismos, nos devuelve a la realidad, nos hace más humildes y disponibles los unos para los otros: ninguno de nosotros es Dios, todos estamos en camino.

Cenizas preciosas a los ojos de Dios
Mirarnos a nosotros mismos, inclinar la cabeza, pero también levantarla para mirar a «Aquel que resucita de las profundidades de la muerte, arrastrándonos también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna». Esta es la esperanza que se vive en Cuaresma. «Sin esta esperanza -subraya el Papa- estamos condenados a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana», a vivir en la tristeza y la desolación. Sin embargo, es importante recordar que somos «polvo precioso a los ojos de Dios» y estamos destinados a la inmortalidad.

Ser signo de esperanza en el mundo
La invitación de Francisco es volver a poner a Jesús en el centro de nuestra vida «para que el recuerdo de lo que somos —frágiles y mortales como cenizas esparcidas por el viento— sea iluminado finalmente por la esperanza del Resucitado». En efecto, orientar la vida hacia Cristo hace del hombre «un signo de esperanza para el mundo». La limosna, indica el Papa, nos invita a «salir de nosotros mismos para compartir las necesidades de los demás». De la oración aprendemos a «descubrirnos necesitados de Dios o, como decía Jacques Maritain, “mendigos del cielo”»; del ayuno aprendemos «que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor».