“Un cristiano triste es un triste cristiano: no va”, aseveró el Pontífice. Para evitar esa tristeza, el Papa invitó a apoyarse en el Espíritu Santo, porque “el Espíritu Santo es aquel que nos acompaña en la vida, el que nos sostiene”.
El Santo Padre recordó que los santos y los mártires estaban llenos de alegría, tenían una juventud espiritual: “Una juventud que te hace mirar siempre con esperanza. Pero para tener esta juventud, se necesita un diálogo cotidiano con el Espíritu Santo, que siempre está a nuestro lado. Es el gran don que nos ha dejado Jesús: este apoyo que te hace ir adelante”.
El Papa Francisco terminó su homilía pidiendo al Señor “que no perdamos esta renovada juventud, que no seamos cristianos jubilados que han perdido la alegría y que no se dejan llevar adelante. El cristiano nunca se jubila, el cristiano vive, vive porque es joven, cuando es un verdadero cristiano”.
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