Renovados por dentro

miércoles, 28 de agosto de 2019
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Catequesis en un minuto

28/08/2019 – Miércoles de la vigésima primera semana del tiempo ordinario

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!
Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos,
diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas’!
De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas.
¡Colmen entonces la medida de sus padres!

San Mateo 23,27-32.

La invitación del Evangelio en el día de hoy es a renovar nuestro corazón y nuestro espíritu para vivir en clave de pureza interior; y a partir de allí, con un corazón contrito y humillado, de cara a Dios en el reconocimiento de nuestra condición frágil y pobre, por la gracia de Dios, purificar nuestra interioridad y disponernos así a la contemplación del misterio. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Jesús critica de los escribas y fariseos la contracara de esta realidad de interioridad, de pureza interior, que es la excesiva mirada minuciosa sobre la exterioridad, que impide entrar en contacto con la interioridad. Ustedes, escribas y fariseos, son hipócritas, parecen sepulcros blanqueados.

Parecen hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Esta mirada profunda de Jesús, que resulta invisible a la mirada simple y a primer golpe de vista, nos invita a nosotros a ahondar sobre aquellos lugares de nuestra interioridad y de nuestra vida donde hace falta, justamente, presencia de luz que clarifique, purifique y nos ayude a rectificar nuestro mirada desde un corazón limpio y puro.

Justamente las profecías del Antiguo Testamento ubicaban la nueva alianza que Dios venía a celebrar con su pueblo en esta clave: yo les daré un corazón distinto. Arrancaré de ustedes el corazón que tienen endurecido como piedras, y les devolveré un corazón que sea capaz de latir al ritmo cardíaco de la presencia de la vida del Espíritu. Les daré un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón que sea capaz de sentir en el sentir de Dios y desde allí, desde la renovación interior, producir esta alianza que Dios establece con su pueblo, no en la exterioridad sino en la interioridad. El verdadero cambio viene de adentro hacia fuera. Y Jesús, en su humanización, nos muestra el camino (que también nos lo pueden mostrar las ciencias humanas): la verdadera transformación de las personas no se produce sino desde abajo hacia arriba, desde adentro hacia fuera. Pero para eso hace falta tener luz y claridad, transparencia.

Queremos redescubrir los lugares donde necesitamos sacar lo que no está bien, purificar, ordenar, rectificar, y poner luz. En lo vincular, en lo laboral, en lo matrimonial y familiar, en la educación: allí sentimos la necesidad de la vida del Espíritu para transformar, purificar y crecer. Que Dios nos dé la gracia de poner luz, para encontrar los caminos que nos lleven a un proceso de verdadera purificación desde dentro, creciendo en el estilo que Dios nos propone en la vida nueva. Jesús supera la mirada de exterioridad que superficialmente tienen escribas y fariseos (que quieren esconder detrás de las apariencias la voracidad que hay por dentro), y nos invita a no dejarnos contagiar de ese espíritu, para ser alcanzados por su luz y su presencia que nos muestra un camino distinto y nuevo.

 

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