No basta con el asombro Jesús invita a adherir a su proyecto

miércoles, 5 de febrero de 2020
image_pdfimage_print

05/02/2020 – “Al  irse  Jesús  de  allí, volvió  a  su  tierra,  y  sus  discípulos  se  fueron  con  él. Cuando  llegó el  sábado, se  puso  a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos? Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de José, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?» Se escandalizaban y no lo reconocían. Jesús les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre su parentela y en su propia familia.» Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer. Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando.”

Marcos 6, 1-6

Jesús aparece hoy predicando en la sinagoga, la multitud está una vez más asombrada: ¿de dónde saca todo esto?, ¿qué sabiduría es esa?, ¿de dónde saca todo esto?, ¿Qué son los milagros que brotan de sus manos?, ¿no es el carpintero el hijo de María , pariente de Santiago, de José , de Judas, no viven sus parientes entre nosotros?

Jesús habla con la autoridad de quien es boca de Dios, profeta y las palabras que dice son atestiguadas por las obras que realiza.

Así se lo recuerda a su primo Juan ante la pregunta si es el a quien hay que esperar, las obras de Jesús testifican el poder de sus palabras, digan a Juan: “lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres.”

Para que el Señor pueda obrar con poder entre los suyos es necesario creer en el poder de sus obras. Es el camino de fe al que invitan el anuncio de la Buena Noticia de Jesús en nuestras vidas.

La Fe y el testimonio de Abraham

Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía». La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.

Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.

La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados, insiste particularmente en la fe de Abraham: «Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba». Por la fe, vivió como extranjero y peregrino en la Tierra prometida. Por la fe, a Sara se le otorgó el concebir al hijo de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio

Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven». «Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia». Y por eso, fortalecido por su fe, Abraham fue hecho «padre de todos los creyentes»

María: «Dichosa la que ha creído»

La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios» y dando su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Isabel la saludó: «¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» . Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada.

Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.

 

Catequesis completa