Estoy harta de cocinar

lunes, 9 de agosto de 2010
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“¡ESTOY HARTA DE COCINAR!” mar 22-06
La mesa compartida es un modo argentino muy valioso, que nos preocupa que se pierda y lo debemos defender. Pero ¿quién cocina para la mesa compartida? Esta es la otra cara de la misma moneda. Muchos tienen como responsabilidad cocinar, tienen el deber de cocinar todos los días porque se le asigna ese rol como exclusivo (aunque a veces se le ayuda)
Se escucha frecuentemente a las mujeres decir “no sé qué hacer de comer! ¡estoy harta de cocinar!” Cuando una persona dice “estoy harta de cocinar”, entiendo yo que no se está refiriendo a que ni quiere pisar la cocina, sino a que durante mucho tiempo, poner en la mesa una comida rica, nutritiva, económica, y que de alguna manera suscite o congregue la atención familiar, es una responsabilidad intensa, pesada. Además, hacerlo a cambio de nada a veces (porque ni siquiera se escucha decir ‘mamá, la comida estaba rica’, o porque no hay reconocimiento). Y la cosa se complica aún más cuando hay poco con qué comprar los alimentos
Por supuesto, están las ‘almas grandes, que encuentran satisfacción, placer y al mismo tiempo motivación para encontrar en la cocina una forma de expresar el amor.
Pero es bueno que haya también libertad de poder elegir. Y es bueno también que estos roles, que son tan vitales para la vida de la familia, sean también compartidos, sobre todo en estos momentos en que las mujeres también trabajan fuera de casa. La cocina junto con las otras tareas domésticas como lavar, planchar, hacer compras, etc, mas todo lo que hace a la tarea del hogar como ordenar placares, reponer el vidrio del portarretratos que se rompió, trasladar muebles para reordenar la habitación de los hijos que crecen…en fin: todas estas son tareas del hogar pocas veces delegables en otros que no sean los responsables del hogar. Y a veces esas tareas hogareñas que no tienen que ver ni con la limpieza ni con la cocina ni con la plancha, ocupan también mucho tiempo.
Es decir, una familia es una pequeña empresa y hay que ‘vigilar’ por la armonía de su funcionamiento, y estos pequeños pero muchos detalles conllevan un gran gasto de energías a lo largo de la vida.

UN POQUITO DE CELOS Los nocheros
Como decía mi abuela, picarona de las buenas:
pa’ que el amor no se aburra hay que darle siempre tema.
Contigo pan y cebolla,pero además en la olla
hay que poner ingredientes para los dientes y el corazón.

Un poquito de celos esta bien, un poquito de dudas es mejor
son la sal y pimienta que la vida condimentan la pasión

Un poquito de celos esta bien un poquito de dudas es mejor
pero en justa medida en la cocina sazonándolo al amor.

Yo se muy bien que me quieres y tu sabes que te quiero
aunque llueve y aunque truene le ponemos leña al fuego.
Pero los dos entendemos y sin ponernos que acuerdo
que hay que sumar en la dieta una secreta complicidad.

Como decía mi abuela: ‘En amores no te duermas.
Hay que inventar cada día Fantasías y sorpresas’.
Con la mejor picardía, Hay que ponerle poesía
a este jueguito inocente que es pan caliente para el amor.

Un poquito de celos te ilumina la mirada
Son tus ojos cuchillos que me matan por la espalda.
Un poquito de duda pone mi alma desnuda
Pero vuelvo a la vida si me miras con ternura.

El amor, el amor, es un desafío. Es tratar de juntar, agua de dos ríos.
Entrevista a Susana Covas, pedagoga y psicóloga social. Ha llevado a cabo numerosos proyectos que apuntan a mejorar la calidad de vida de las mujeres.
GL: Estuvimos hablando ya de la importancia de la mesa compartida, del disfrutar de una buena mesa donde compartimos pensamientos, emociones, y comemos algo bueno. Ahora el tema es ¿quién cocina? Y ¿en qué tiempo?. Es muy frecuente escuchar mujeres que dicen “estoy harta de cocinar”, aún aquellas a las que les gusta. Pero la obligación de tener que hacerlo todos los días, además de las otras tareas, las lleva al hartazgo. ¿qué consideraciones harías al respecto de este mensaje?
SC: Creo que las mujeres somos como cualquier ser normal, que nos quejamos de algo de lo que se quejaría cualquiera. A todas las personas nos gusta comer. Cocinar solo les gusta a algunas. Una socióloga española, Soledad Murillo, diferencia entre lo que es la vida privada: la que enriquece, la que se disfruta, la que se puede vivir para una misma o en compañía, que no tiene nada que ver con las responsabilidades, de lo que es la vida doméstica. Con esa división, quedan claras muchas cosas. Por ejemplo: si hablamos de un perrito, nos gusta a todos porque llega a ser parte de nuestra vida privada porque lo disfrutamos cuando llegamos a casa y nos hace fiesta, etc. Pero la parte doméstica del perrito (vacunarlo, sacarlo, bañarlo) es lo que menos gusta. ¿a quién le toca esto?. Con la comida, lo mismo: si hablamos de la parte doméstica, lo que molesta es aquello que es una responsabilidad, que no genera ningún placer, que obviamente hay que hacerlo porque se necesita, y que generalmente es para los demás además de para mi.
Por eso mucha gente se confunde, y al que protesta le dice ‘pero ¡si te gusta cocinar!”. Pero hay gente a la que le gusta como parte de su vida privada, como disfrute, y eso también muchos hombres lo hacen (‘el domingo cocino yo’). La comida diaria es parte de la vida doméstica, y eso cansa. Vos hablabas de la mesa compartida: eso es parte de la vida privada, enriquece a todos los integrantes, a todos les gusta. ¿quién no va a disfrutar de sentarse a la mesa y que le traigan un plato de comida calentita mientras conversa?
¿Por qué se disfrutan las vacaciones en un hotel? Porque de lo doméstico se encargan las personas responsables del hotel, mientras nosotros disfrutamos de la vida privada.
Claro, como lo doméstico recae generalmente en las mujeres, muchas veces somos las que ‘estamos histéricas, de mal humor’. Pero la realidad es que cuando nos sentamos a esa mesa tan entrañable, no tenemos ni hambre. Se pierde el placer. Ni que hablar cuando los miembros de la familia tienen horarios diferentes, y hay que encargarse además de calentar la comida para cada uno, etc. Por eso muchas veces las mujeres, cuando están solas, dicen ‘yo, para mí, no cocino’.
GL: Concretamente entonces, estamos ante una situación de injusticia, es decir: hay alguien que asume siempre la parte más árida, más ingrata de este trabajo cuyo resultado nos produce placer y disfrute a todos. ¿cómo hacemos para distribuir mejor estas tareas? Además, parece que las mujeres aprenden a cocinar casi por ósmosis, y encima da mucho trabajo enseñar eso a quien ni siquiera tiene interés en aprender.
SC: Creo que lo primero es convencernos de que eso no nos toca a nosotras por haber nacido mujeres ni por ser madres. Es una tarea que corresponde hacer porque tenemos que comer, pero no es tarea de mujeres. Mientras nosotras mismas creamos que demostramos como queremos a nuestra familia a través de eso, también transmitimos que esto es amor. Entonces, cuando decimos que “estamos hartas de cocinar”, también estamos diciendo que “estamos hartas de amar”, y por eso nos genera culpa. Es un circuito al que hay que tenerle mucho cuidado: es muy difícil cambiar esto si yo creo que entonces no amo. Y mi familia lo entiende así. Debemos estar seguras de que esto no pasa por el amor, sino por una responsabilidad que hay que compartirla, y que amar es otra cosa, porque si el amor es ‘todas las responsabilidades domésticas’ y yo las hago a todas y en eso muestro cómo quiero a mi familia, quiere decir que a mi no me quiere nadie.
GL: Interesante planteo: si yo no asumo las tareas domésticas ¿no amo? Si yo amo sirviendo a través de la comida, el planchado de la ropa, etc ¿quién me ama a mi, responsable de las tareas domésticas?

SOLO EL AMOR Silvio Rodriguez
Debes amar la arcilla que va en tus manos,
debes amar su arena hasta la locura
y si no, no la emprendas que será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.
Sólo el amor alumbra lo que perdura,

Debes amar el tiempo de los intentos,
debes amar la hora que nunca brilla
y si no, no pretendas tocar lo cierto.
Sólo el amor engendra la maravilla,
sólo el amor consigue encender lo muerto.
Sólo el amor engendra la maravilla

GL: ¿qué hay de este elemento ancestral respecto del rol nutricio de la madre, y de toda la importancia que este rol tiene en la vida de los hijos? Se asocia a este rol el nutrir con la comida también la vida emocional. Para muchos especialistas hay para el niño una analogía entre la comida y el amor materno
SC: Ahí es donde yo veo que todavía falta mucha perspectiva de género, es decir, los roles asignados, las identidades asignadas en todas las especialidades. Es España, por ejemplo, esto de las asignaciones de género muestra claramente que lo nutricio puede pasar por muchas cosas, por mucho amor, que –quitando el dar el pecho para la mujer que así lo desee- no tiene que ver con quien haga las actividades domésticas. Hoy vemos muchas mujeres que trabajando fuera de casa no son las que pueden cocinar o planchar, es decir , no se ocupan del trabajo doméstico: generalmente lo delegan en otra mujer. Y eso no quiere decir que sean madres menos nutricias. ¿a qué llamamos nutrir? ¿En qué creemos que somos ‘irreemplazables’ como mamás? A veces, por ocuparse tanto de lo doméstico, no tenemos ganas, fuerzas, energías para las nutrientes que necesitan los hijos y las demás personas para crecer. Si hasta los especialistas que se supone saben bastante de esto, dicen esas cosas, si la mujer no lo tiene claro, es difícil que la cosa cambie.
GL: Lo que los especialistas dicen es que el niño necesita esto: una alimentación sana, planificada, ofrecida con cariño, en compañía, con presencia, lo cual no significa que sí o sí se lo tenga que dar su mamá, es decir, no es responsabilidad exclusiva de la mujer
SC: Y no solo los niños necesitan buena comida., También los adultos la necesitamos, y quién me haga la comida no es lo que me haga mejor o peor. Pero si por un lado la mujer dice ‘cuando estoy sola para mi no me cocino’, ella misma se está descuidando.
GL: Algunos consejos para ir revirtiendo estos roles tan rígidos y al mismo tiempo tan pesados para algunos
SC: Creo que para hacer un cambio, lo primero es estar legitimadas: no solo tenemos derechos, sino que tenemos que ‘creer’ que lo tenemos para no sentirnos o que nos hagan sentir culpables. Porque si no, lo que cambiemos dura muy poquito. Pero no ‘legitimar la queja’, que es lo que muchas veces hacemos: juntarnos para quejarnos. La queja es importante, porque si nos estamos quejando es porque nos damos cuenta de que hay algo que no va. Pero quedarme con eso, no sirve mas que para hacer catarsis. Pero el alivio es el primer paso. Luego debo creer de verdad que hay cosas que no me corresponden, otras que sí me corresponden
GL: Las mujeres en general han asumido la responsabilidad de la cocina en la casa, donde nadie paga, y donde no es una tarea profesional. Y los hombres la han elegido cuando se paga, y se paga muy bien, y cuando además constituye una verdadera pasión, un entretenimiento y una profesión.
Hay mujeres a las que no les gusta, nunca les ha gustado, y muchas veces esas mujeres han sido vistas como ‘menos mujeres’. Hay que llegar a una situación de justicia, donde todos tengamos momentos de ‘deber’ y momentos de ‘derecho y placer’
LA MESA
Quiero una mesa de cedro, hermano; hermano carpintero,
adonde coman mis hijos, hermano; el pan bendito y eterno;
o puede ser de algarrobo, hermano; o de madera de sueños,
para que sueñen mis hijos, hermano, en largar noches de invierno.

Yo quisiera que en mi mesa nadie se sienta extranjero,
que sea la mesa de todos, territorio de silencio.
Que sea mesa de domingo, mesa vestida de fiesta,
dónde cantes mis amigos esperanzas y tristezas.

Quiero una mesa bien fuerte, hermano; hermano carpintero.
Mesa de casa paterna, hermano, esas que aguantan el tiempo.
Mesa de quedarse solo, hermano, y de llorar en silencio,
de olvidar ingratitudes, hermano, y soñar con el regreso.
Entrevista a Gloria Diez Peña es cocinera y asesora gastronómica. Trabajó en diversos hoteles y restaurantes del país. Realizó numerosos emprendimientos gastronómicos y actualmente dirige Picantes Andinos SH, empresa dedicada al desarrollo de productos gourmet con cultivos andinos.
GL: ¿qué pensás de las mujeres que dicen “estoy harta de cocinar”?
GDP: Como todas las cosas, dentro de una casa hay gente que le gusta una cosa o no, y dentro de lo que hace una mujer en la casa hay muchos rubros. Y a veces a los hombres les gusta cocinar, así que no creo que sea un problema. Si la mujer ‘tiene’ que cocinar y está harta, es un tema. Ahí sí hay que buscarle la vuelta: siempre en realidad lo mejor es el camino más fácil (en el sentido de hacer la mejor cosa de la manera que mas nos guste, porque al hacerlo con gusto, entonces va a ser fácil), aunque nos enseñan lo contrario

GL: ¿y qué sugerís vos para que guste la cocina?
GDP: Creo que viene bien hacer cursos de cocina donde aprender solo determinadas cosas básicas, que sean ‘caballitos de batalla’: tener una buena masa de tarta o de empanadas, una buena carne al horno, un pollo, una pasta, un pastel de carne, las cosas bien tradicionales, conocer los pasos a seguir. Teniendo una fórmula, no estás ensayando y siempre sale bien. Al salir bien, la satisfacción que da al ver que a los demás les gusta,en general, va produciendo a su vez ganas de hacer otras cosas. Pasa también con otras cosas: tener una fórmula para hacerlo bien y entonces es como que va saliendo solo. Primero hay que hacerlas ‘como si supieras’, y después realmente las sabés y salen. Hay que buscar ideas, hacer una listita (que a veces es lo que mas nos complica). Y de última, algunas veces, comprar: hay buenas fábricas de pastas por ejemplo.

GL: ¿cuáles serían esas cosas bien hechas?
GDP: una de las cosas básicas es la temperatura del horno: uno de los errores más frecuentes es poner muy baja la temperatura. Y luego la preparación de la pieza a cocinar: por ejemplo un pollo: ponerle sal y limón, pueden ser algunas hierbas, puede ser una cebolla y una manzana para que larguen juguito y no se sequen. Y ponerlo con el horno bien caliente. En mitad de la cocción sacar y agregar algún juguito. Con la carne puede ser lo mismo –sin limón-. Tanto para la carne como para el pollo es que el recipiente que la contiene no sea enorme para que no se evaporen los jugos.

GL: siendo eficiente ¿cuánto tiempo diario necesita una mujer para hacer la comida?
GDP: Creo que con una hora u hora y media se puede preparar un buen plato. Y además hay que aprovechar en estos tiempos lo que hay a mano: el día que se prepara, se prepara demás y se guarda en el freezer. Justamente en lo que a uno menos le gusta, es en lo que más organización hay que tener.

GL: Hay muchas veces en que realmente, por motivos varios (porque los chicos son chicos por ejemplo) la tarea no se puede delegar. Lo bueno es que aprendamos todos a hacerlo bien, de manera que cuando le toca a otro, también lo haga bien
GDP: Y otra posibilidad es que cada uno tenga ‘su caballito de batalla’: al que le salen bien las milanesas, prepara eso en algún momento y guarda para el día que le toque cocinar. Y así todos hacen algo, y tal vez se acompaña con algo diferente la comida principal, aunque no es necesario que todos los días haya comida diferente

GL: ¿qué es lo que te proporciona placer al momento de cocinar?
GDP: que me conecto con la parte creativa. Y cuando cocino para otros, el placer está en ser ‘la anfitriona’ que todos de alguna manera llevamos adentro, y el proporcionar placer a los demás
EN UN DIA DE DOMINGO
Si pudiéramos hablar, encontrarnos un momento
Te podría confesar el amor que estoy sintiendo
Yo preciso respirar el aire que a ti te rodea
En la piel quiero tener el mismo solo que te broncea
Yo preciso acarciarte y otra vez verte sonriendo dentro del sueño mas lindo
Ya no quiero más vivir un sentimiento sin sentido
Yo preciso descubrir la emoción de estar contigo
Juntos ver amanecer, que todo pueda suceder
Como un día de domingo
Haz de cuenta que aun hay tiempo
Y que solo nos importa esta emoción
Haz de cuenta que aun hay tiempo
Y dejemos que nos hable el corazón
Participan los oyentes:
– Tengo 63 años. Somos de una generación que no demostrábamos el amor con caricias como ahora. Mi amor lo demostré siempre en el atenderlos, en el estar, en el servir las comidas, en el disfrutar las largas mesas, en el estar atenta, en las buenas comidas… ¿es malo eso?
GL: Eso es inobjetable. Si para vos ha sido tu forma de dar amor ¿quién puede decir lo contrario? En ese sentido, este programa no apunta a des-legitimizar ni a quitarle el brillo y la belleza que esos gestos de amor que has expresado tienen para los demás. De lo que se trata, en todo caso, es de crear individuos maduros, sociedades justas, personas libres, que puedan elegir cuál es la forma de amar que les es propia y al mismo tiempo hace bien a los demás. Es un arte. Es una armonía. Decís vos que esa era tu forma de amar porque en esa época no se acostumbraban mucho las caricias, y los besos, y los abrazos. Hay muchas personas que han hecho esfuerzos por descubrir el amor de la madre en la ropa limpia y en la mesa puesta, pero que se han quedado sin la caricia y el abrazo que también los necesitaban. Muchas personas dirían hoy “yo hubiera preferido una mamá menos eficiente en el plano de lo doméstico pero que me abrazara más seguido o que me dijera ‘te quiero’”. Porque todos los roles, cuando se cristalizan demasiado, cuando se congelan demasiado, se van tornando rígidos, y es esa rigidez la que le quita brillo al amor. Porque le quita novedad, creatividad, deseo. Por la carga de deseo que se pone en lo que se hace, cuando no está, justamente se torna rígido, estático, y no solamente damnifica a la persona que se siente esclavizada en ese rol y no puede salir de allí porque si sale de ese rol ‘des-cumple’ una misión importantísima, trascendental y casi religiosa, cuando en realidad hay muchas otras formas en las que podemos demostrar el afecto y el amor que no sean en la eficiencia doméstica.
Por otro lado, esto trae como consecuencia que hay personas que se acostumbran, más que a recibir amor de la mamá a través de eso, se acostumbran a ser servidos. Y después tenemos una cosecha muy amarga, que es la cosecha que perciben algunas mujeres después de 30 o 40 años de servir a los demás y que ni siquiera hay un reconocimiento sincero, genuino, ni siquiera hay un retorno afectivo, emocional y querendón que haya dado cuenta de que se haya recibido eso como amor. Mas bien se siente como que ‘es el rol que le tocó, tiene que hacerlo así: la sierva de la casa’ y nada más-.
Estamos tratando de sanar esas heridas, al mismo tiempo de recuperar que todo lo que se hace con amor, hasta las obligaciones, terminan redundando en bien para el alma de quien lo hace.

– Con mi esposa tenemos 9 hijos. Tratamos de educarlos en un sistema ‘co-responsable’ dentro del hogar. Tengo 5 nueras de las cuales solo una hace algo en la cocina. Creo que amar no es cocinar, pero si es hacerse cargo y responsable de las cosas que hay que hacer por el amor que sentimos por los otros, en este caso, los chicos y la familia. He tenido que trabajar muchísimas horas fuera de casa, y mi esposa con los chicos todo el tiempo. Creo que hay que esforzarse, pensar y de dejarse guiar por ese afecto, esa intención de amar: hacer lo mejor para el otro y esperar lo mejor. Nuestros hijos aprendieron eso y ahora nosotros podemos salir y a veces hasta nos esperan con la comida hecha.
GL: vos amaste y enseñaste a amar. Porque a veces bajo la consigna de amar y hacer lo mejor por el otro, hay quienes se apoltronan queriendo vivir toda la vida siendo amados, atendidos y servidos. Ustedes han sabido transmitir esta responsabilidad de amar, esta misión de amar como responsabilidad de todos y no de una o dos personas
– Creo que me dejé guiar por lo que decía Don Bosco: “amar a los jóvenes, y hacerles entender que se los ama”. A veces uno tiene que hacer un sacrificio por ellos y sentirse feliz por el beneficio que reciben

– Creo que las actividades domésticas son un tanto injustas, ya que nos quitan tiempo para brindarnos a nuestros hijos

– Mi hija por estar separada tuvo que trabajar muchos años afuera, y yo como abuela ocupar el lugar de cocinera. Hoy los chicos ya mayorcitos pueden esperar a su mamá y compartir con ella lo que ella les cocina. El cambio es notable, al ser contenidos por su mamá en ese momento

– No me gusta cocinar, pero antes de comenzar rezo una oración donde pido el corazón de María y la disponibilidad de Marta, y ¡manos a la obra!

– Es verdad que nos cansa a veces cocinar, pero ¡qué bendición, qué placer cuando los hijos nos dicen ‘qué rica comida mami’ o ‘¿cuándo me vas a hacer de nuevo esta comidita?’

– ¡estoy harta! Hace 35 años que estoy atendiéndolos. Quiero descansar y hacer cosas que me gusten a mi.
GL: Podemos patalear. El tema es ¿cómo producimos cambios, que –como decía Martín Fierro- ‘no sean para mal de ninguno sino para bien de todos’?

-Primero que no saben limpiar y ahora que no les gusta cocinar ¿qué les pasa a las mujeres? A mis compañeras universitarias las criaron inútiles. En el interior todas las mujeres saben hacer algo ¿dónde quedó la familia tradicional? ¿nos quieren vende4r una robotina.
GL: ¿Mujeres inútiles? O ‘inútiles para las tareas domésticas?

– Me parece que la tarea de preparar la comida es una tarea de amor. Si digo “estoy harta de cocinar”, también el médico puede decir “estoy harto de atender pacientes” y el sacerdote “estoy harto de atender a las personas”. Hay tareas que una madre tiene que asumir porque servir es amor, como lo hizo Jesús que siendo Dios se hizo servidor de todos. El ama de casa tiene también esa tarea: la de servir.
– ¿Por qué se relaciona el ‘hartazgo’ con el ‘amor’? Estoy harta de cocinar, pero amo a todos.
GL: Cada uno tenemos una misión y hay que llevarla con amor
– Yo cocino con amor, y la comida me sale mal igual ¿qué hago?
– Alimentar y nutrir a nuestra familia puede ser una de las formas de expresar amor. Pero no es la única. Cuando uno hace todas las tareas habituales, le pone amor a lo que hace y lo hace lo mejor que puede. Yo me dedico a cocinar afuera, y escucho a muchas mamás que dicen que no cocinan porque no pueden por trabajo, etc. Y que yo puedo suplir eso

– Desde chica me he criado en un ambiente donde mamá y papá compartían todas las tareas domésticas, y con alegría. Hoy tengo 6 hijos (4 varones y 2 mujeres) y heredamos eso de hacer todo juntos. Creo que la mujer hoy en día tiene que poner todo en manos de Dios. Con el amor de Dios todo se puede
– Creo que hay que enseñar al otro a ser solidario con lo que da y con lo que recibe. Todo es cuestión de cambios de costumbres heredadas
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GL: Algunos dirán que las mujeres son ‘nacidas’ y otros ‘entrenadas’ o ‘formadas’ para encontrar placer dándose, brindándose, siendo para otros. Y ahí se abre un interrogante: la mujer ¿es un ‘ser para otros’? ¿está bien que así sea? ¿podemos encontrar formas de dar amor que no impliquen siempre una alta dosis de sacrificio? ¿podemos también las mujeres darnos amor y placer a nosotras mismas haciendo tareas que nos gusten y nos gratifiquen, que no estén necesariamente ligadas a la gratificación del otro? ¿no nos torna esto dependientes de la mirada del otro, y cuando la aceptación o la mirada del otro no está, nos encontramos con que nos vamos a pique, o que naufragamos en un desierto de soledad porque nos hemos habituado toda la vida a gratificar a los demás?
Son preguntas abiertas. No siempre tienen por qué encontrarse conclusiones.
Creo que acá hay dos niveles. Uno, pensar que la cocina es un rol asignable sí o sí al género femenino, que es su responsabilidad innata, su obligación, su misión. Y creo que esto está objetivamente puesto en tela de juicio en este momento. Nos guste o no, ese paradigma, esa visión de los roles, se está resquebrajando. Entonces, aunque más no sea por una cuestión práctica, exhorto a todas las mujeres a que preparen a sus hijos para la vida que viene, que ya es presente, porque seguramente las generaciones futuras van a contar con muchos hogares en los que la mujer desista totalmente de este rol asignado, y diga ‘¿por qué yo me tengo que hacer cargo de la cocina todos los días?’ Porque son entre una y dos horas, que muchas veces ‘no sobran’ en la vida de una mujer –como ‘no sobran’ en la vida de un varón-. Cuando los dos trabajan, este rol de cocinar a veces no encuentra espacio. Debemos enseñar a los hijos a asumir esa responsabilidad, porque nunca sabemos en qué momento de la vida lo van a necesitar. Puede dar mucho placer para algunas mujeres sentir que los hijos todavía dependen de ella, pero hay que examinar si ese placer es algo así como un vínculo de dependencia o es por el contrario una genuina forma de honrar nuestra identidad interior para aquellos que sientan que ese es su lugar en el mundo.
Pero el amor tiene como base la libertad. El médico no puede hartarse de curar, pero el médico elige. Y si el médico un día se da cuenta de que se ha agotado la energía amorosa que tiene proyectada sobre su misión, y quiere dedicarse a pintar, lo puede hacer sin que nadie lo juzgue y lo critique porque ha dejado de amar a los demás. Mientras que a veces una mujer que dice “estoy harta de cocinar, no quiero mas la cocina” es vista como una seudo-mujer o como una mala madre o mala esposa. Y de ese yugo creo que tenemos que liberar a esas mujeres que a veces durante muchos años y de generación en generación han asumido ese rol les guste o no.
De lo que estoy convencida es de que la cocina debe ser bien hecha, como todas las cosas, asuma quien asuma el rol. Es una responsabilidad como hacer bien un cacharro, terminar bien una prenda, limpiar bien, como hacer efectivamente un buen plan económico para un país. Todas las cosas tienen su arte, su magia y su exigencia. Y todos debemos aprender a hacerlo como corresponde que se haga.
Creo que si en una familia se le asigna definitivamente un rol a una persona o a otra, creo que va siendo cada vez más opción de cada grupo familiar, pero tiene que estar planteado desde el vamos, desde el noviazgo, así como el con qué valores vamos a educar a los hijos, quién se va a hacer cargo de la cocina, quien de las tareas domésticas, cómo vamos a distribuir los ingresos, quién va a trabajar cuando los niños vengan a este mundo… Es fundamental que las opciones sean en primer lugar LIBRES. Y en segundo lugar RESPONSABLES. Porque no estamos para vivir para nosotros mismos. Somos parte de un sistemas, y si traemos hijos al mundo debemos hacernos especialmente responsables en esta sociedad de ‘hijos huérfanos con padres vivos’. De manera que la cocina, que yo creo que es herencia, una manera evolucionada del ‘fogón-hogar antiguo’ que nos convocaba a todos, tiene que estar hecha con amor.
Yo no creo que una comida hecha con enojo envenene a todos ni nos caiga mal. Pero también creo que para quien cocina enojado o sin amor, hay un sufrimiento innecesario, y la cuestión está en buscarle el lado armonioso y bello. Muchas veces es justamente el ‘aprender a estar ahí’: disfrutar de la textura, de los olores, escuchar música, ponerse cómoda, y tomar ese momento como un momento de creatividad y casi artístico, porque lo es.
Los yaamanes (aborígenes de tierra del fuego) tenían como exigencia mantener encendido el fuego. Encenderlo daba mucho trabajo, en esos lugares donde la leña estaba permanentemente húmeda. Por eso, cuando el fuego se encendía, había que cuidarlo. Y ellos eran nómades, así que donde se trasladaban tenían que llevarlo. Allí soplan vientos muy fríos y fuertes. Entonces mantener el fuego era importantísimo. Pero estaba a cargo de todos, para que ese fuego no se apague ni de día ni de noche.
Creo que estamos en el advenimiento de una sociedad más justa, donde todos los miembros de una familia sepan que “prender el fuego cuesta tiempo, energía, y mucha inteligencia, y que hay que hacerlo bien”. Pero todos somos responsables de que ese fuego no se apague

PONTE, SEÑOR, EN EL CENTRO DE NUESTRO HOGAR E IIRADIA DESDE ALLÍ LA SEGURIDAD, EL CALOR, EL AMOR, LA ALEGRÍA Y LA LUZ QUE NOS ESTÉN HACIENDO FALTA.