02/06/2025 – Hoy continuamos con «Encuentros de Economía Ecuménica». A lo largo de los siglos, la historia de la Iglesia ha sido moldeada por encuentros decisivos conocidos como concilios. En estas asambleas, los líderes eclesiásticos se reunieron para definir doctrinas, resolver conflictos y guiar a la comunidad en tiempos de desafío y cambio. Hasta el momento, hemos explorado desde la primera experiencia conciliar en el año 50, el Concilio de Jerusalén, hasta el Segundo Concilio de Nicea en el 787. Hoy, con la guía del Profe Alexis Molina, nos sumergimos en tres concilios fundamentales que marcaron el devenir de la Iglesia.
Comenzamos nuestro recorrido con el Concilio de Trento, convocado en el siglo XVI como respuesta a la Reforma Protestante. Este concilio fue crucial para la Contrarreforma, reafirmando la doctrina católica, reformando la disciplina eclesiástica y sentando las bases para la renovación espiritual y organizativa de la Iglesia. Sus decretos moldearon la teología y la práctica católica por siglos. Luego, nos adentraremos en el Concilio Vaticano I, iniciado en 1869, que definió dogmáticamente la infalibilidad papal cuando el Papa habla ex cathedra en materia de fe y moral. Lamentablemente, este concilio fue interrumpido abruptamente en 1870 debido a la unificación italiana, sin poder concluir su agenda.
Finalmente, llegamos al Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, cuyo legado milagroso seguimos caminando e impulsando hasta la actualidad. Este concilio representó una profunda renovación y una apertura de la Iglesia al mundo moderno, promoviendo el ecumenismo, la liturgia en lenguas vernáculas, la importancia del laicado y una nueva comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios. El Vaticano II impulsó una vitalidad pastoral y una invitación constante al diálogo, la reflexión y la adaptación a los desafíos contemporáneos, un camino que la Iglesia continúa transitando con esperanza y compromiso.
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